La voz de la inspiración

Llega cuando no tengo preocupaciones en mente,
cuando no tengo nada que hacer.
O, más bien, cuando tengo que dormir.
Se manifiesta con palabras que
aparecen tras la detonación de sendos fuegos artificiales.
Es la voz de la inspiración.
Cuando ella viene, reclama para sí
toda mi atención.
Ya dormiré cuando escriba lo que me dice.
A veces la rehuyo, o lo intento;
pero cuanto más fuerte la esquivo,
con más ímpetu brillan sus palabras en
mi cabeza.
Es imposible escapar. ¿Y por qué hacerlo?
Finalmente se apodera de mi voluntad,
guía mi pensamiento y
mueve mis dedos sobre el teclado.
A veces dubitativa,
otras con seguridad.
Si el hilo de luces, colores y truenos se
corta,
se hace la oscuridad por un instante.
Pero no es la oscuridad anterior a su llegada.
Es la oscuridad de un pozo del que intenta escapar.
Si no lo consigue, casi nunca es grave:
el agua fluye por otro cauce y el texto continúa, con un espacio
en blanco.
El sueño presiona: ya acabarás mañana.
Es inútil.
Ella no se marcha hasta quedar satisfecha.
Y es en ese momento cuando vuelve la tranquilidad, dichosa por
su visita una vez más, contenta con el resultado.
Ahora sí, ya está listo,
ha llegado el momento de poner el punto
final.

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