Paseo arqueológico

Hace cosa de año y medio me surgió la posibilidad de colaborar en un periódico local de Valencia de la mano de un amigo que trabajaba en él, y se me ocurrió que una buena idea podría ser dar a conocer los tesoros ocultos de la ciudad y alrededores a los lectores, pues, tanto allí como en todas partes, la mayoría de la gente no valora tanto lo que tiene a mano e incluso, de pasar día tras día por el mismo sitio, llega a borrar de su vista el patrimonio de su ciudad; tanto más cuando éste está bajo tierra, como suele ocurrir en ciudades con tanta historia como la antigua Vallentia. Al final la idea no prosperó, y hoy me he encontrado el documento que escribí como primera entrega con sus fotos y todo, que quiero compartir con vosotros ahora en este espacio algo más íntimo.
 

Para un foráneo la ciudad de Valencia sorprende por la cantidad y la calidad de lugares interesantes que tiene para visitar. Claro que, tal vez, para un local que nunca se haya parado a analizar los lugares por los que pasa casi todos los días, es posible que se sorprendiera igualmente de ser consciente de la riqueza del lugar donde habita. Y ¿qué mejor manera de hacer ver a los valencianos el valor de su patrimonio que a ojos de un extranjero curioso? Ésa es la pretensión de esta sección, donde un humilde servidor, venido desde Valladolid como estudiante en la ciudad, no deja de maravillarse a cada paseo que da por las calles de esta preciosa urbe.


El otro día quedé con un amigo mío para dar una vuelta, casi sin rumbo, por las calles del Carmen. Aprovechando el buen tiempo pudimos comer al aire libre en una plaza recoleta y colorida, en el cruce entre la calle de Dalt y la de santo Tomás. Ya llevo unos meses en la ciudad y ya he podido comprobar su abundancia patrimonial, con lo que me voy apuntando todos los sitios que me interesa visitar. Sin un plan inicial decidimos bajar a la galería del Tossal, situada en la plaza homónima. Decenas de veces habíamos pasado por allí sin reparar en esta muestra del pasado medieval de la ciudad: los restos de la muralla árabe del siglo XII.

 

 

 

Siguiendo con la arqueología quisimos visitar el maravilloso museo de la Almoina, en parte escondido para el ojo menos atento. Sorprende la amplitud del yacimiento y la calidad de los restos, pero sorprende mucho más descubrir, de la mano del magnífico trabajo de los investigadores, la extensión que tenía la Valentia Edetanorum romana (en latín valentía de los edetanos, nombre de los pobladores de una ciudad íbera que corresponde a la moderna Liria), de la cual nos queda este bello reflejo. Podemos contemplar, entre otras muchas cosas, los pozos fundacionales, el cardo y el decumano, el mercado, unas termas, una pequeña fracción del foro, una piscina de un templo donde se veneraba a dioses acuáticos... pero también una iglesia visigoda, el enterramiento de una pareja... y algo chocante también: el esqueleto de un soldado ejecutado durante la destrucción del primer núcleo poblacional. Porque así es la historia: riqueza pero también pobreza, tiempos de progreso y de guerra, de violencia... 

 

 


Vinculada a este museo está también la mal conocida como cripta de la cárcel de san Vicente mártir. ¿Por qué no es acorde el nombre de este espacio? En ella, tras descender unos cuantos escalones, encontramos una capilla funeraria visigoda increíblemente bien conservada. En ella reposan los restos de un hombre importante, tal vez el obispo valentino Justiniano. El ayuntamiento ofrece visitas guiadas los fines de semana para estos dos yacimientos, pero las actuales restricciones las hacen más complicadas de realizarse.

 


 

Acabamos nuestro paseo visitando el Almudín, espectacular edificio del siglo XIV dedicado antaño al almacenaje y la venta de trigo, cuyas paredes se decoran con bonitos murales; la iglesia de santa Catalina, con su estructura gótica de salón que tanto nos llama la atención a los foráneos; y, por último, entramos en el edificio de Correos, donde quedamos obnubilados mirando la gran cúpula de hierro y vidrio, dejándonos el cuello. 

 

El Almudín

En apenas tres horas, nuestro paseo errabundo nos ha transportado desde los orígenes romanos de Valencia, allá por el siglo II antes de nuestra era, hasta el triunfo de la revolución industrial a principios del pasado siglo, pasando por la época árabe y la cristiana en varias de sus etapas. Así es esta fantástica ciudad, que enamora más cuanto más se conoce. ¿Te animas a conocerla con nosotros?