Desiderio straziante

I miei occhi dicono "desiderio"
mentre nei tuoi si legge "lo so".
Quanto i tuoi occhi mi attraggono.
Come mai questo magnetismo?
Da dove esce questa magia?
Ti guardo e il tuo corpo brilla
con luce propria.
Ma cosa dici tu?
Sei un enigma, sei un mistero,
sei un problema che non so
risolvere.
Tu sei il mio huracán Katrina.
Questo fiocco d'amore che cade,
lento, parsimonioso,
anelante,
non sa dove finirà.
Non sa come finirà.
Chissà se le mie fantasie si
materializzeranno
nella tua materia corporea;
chissà se il mio aspettare
finirà finalmente in corsa per
averti, per prenderti nelle mie
braccia.
O chissà se tutte le speranze saranno
vane, se la mia indecisione
deciderà una sconfitta,
se tutto sto tempo non è stato che
un gioco futile e spensierato
del tuo sorriso straziante.

Non ne posso più

Una guinda me espera incitante
tra due labbra bermellón,
paciente, provocadora; no me aparta la vista

dai tuoi capelli corti,
dai tuoi occhi chiari dove si infiamma il sole,
dal tuo sorriso anelante,
da tutto il tuo corpo tanto tempo
desiderato.
No ne posso più;
ho cercato di rimanere fermo, zitto, cieco a
questa immagine che mi impazza,
e non ne posso più.
Così inizio a correre e correre finché arrivo
da te,
e continuo ancora a correre,
finché non ti vedo urlare, abbracciarmi,
graffiarmi con le tue unghie rosse;
finché non finiamo nel pavimento,
ávidos el uno del otro,
i cuori accelerati allo stesso compasso, scivolando su e giù;
finché non cada la notte senza rendercene conto,
senza averne cura,
l'uno sopra l'altro, l'uno
accanto all'altro,
respirando lo stesso alito caldo.
E ancora più, finché i nostri corpi bagnati non dicano "basta", finché non
vincano la stanchezza ed il sonno,
per finire insieme nel buio accogliente
della magica notte
genovese.

Missing you

Aún me atormenta la
llama de tu recuerdo.
Como una rama chamuscada que
propaga el fuego y
acaba por incendiar el bosque de mi pecho.
Recuerdo tu tímida voz pidiéndome
agarrarte;
tu mano impaciente
apretándome;
tu boca inquieta
enloqueciéndome.
Pronto,
antes de lo que imaginas,
volveremos a encontrarnos,
afogados, ciegos de pasión;
y mi español no será la única lengua que
recorra tu piel, ora
vibrando, ora
mordiendo.
Apenas te dés cuenta
estaré sobre ti, hambriento,
más hambriento
de ti
de lo que he estado nunca.
Estaré ansioso, voraz, sediento
de ti,
de tu cuerpo,
de cómo acaricias mi cabeza cuando
te recorro.
Y pronto también,
pasados por el agua del
torrente embravecido, caeremos,
exhaustos,
el uno junto al otro; cerraremos
los ojos, aún temblando, y en cálido abrazo nos
quedaremos dormidos de nuevo.

Adiós, Erasmus. Adiós, Génova

No hace mucho me he dado cuenta de que me gusta sentarme mirando en el sentido contrario a la marcha. Ya sea en trenes o autobuses, me siento automáticamente en los asientos que a otras personas marean. Tal vez esté relacionado con que quiero conservar en mi memoria el recuerdo de tantas cosas vividas en tan corto tiempo. Sí, mi erasmus se acaba.
Hace tiempo que miro todo con mucha atención. Hace tiempo que me fijo en cada momento, en cada esquina, en cada sonrisa. Hace tiempo que apunto cada canción, que disfruto cada encuentro. Y todo porque hace tiempo que sé que serán los últimos de estos diez meses. Conforme los días se acaban voy recordando cosas que aún me quedan por hacer (y seguramente ya no haga) pero también aquéllas de cuando empecé. Melancolía lo llaman. Cada rincón, cada palabra, cada objeto en mi cuarto es como un frasco que sugiere aromas con olor melancólico pero dulce. Recuerdo los viajes por Italia y Europa, los planazos improvisados para ir a la playa, a cenar, a viajar a algún pueblo de la costa; recuerdo las noches con otros estudiantes donde hasta el último día podías conocer nuevas personas maravillosas, por tarde que pareciera; recuerdo cómo la primera semana ya me había organizado la habitación, los papeleos, los lugares dónde comprar... Por supuesto no todos los recuerdos son alegres, ni mucho menos. No recordaré con igual cariño la focaccia a las cuatro de la mañana después de esperar a que abran la Superba que los modos de trabajo en grupo de los italianos, por ejemplo. ¡Qué exasperación!

Pero si todo el erasmus ha sido un no parar, con miles de vivencias y experiencias, este mes y medio me han faltado las horas cada día. Lo he pasado durmiendo poco y riendo y disfrutando mucho. Tanto es así que me llego a ver a mí mismo como recién llegado, timbrando un billete de autobús (que por otra parte no había pagado yo). ¡Quién lo iba a decir! Y no estoy para nada triste sino contento y agradecido por todo lo que he vivido, cómo he crecido como persona, cómo he aprendido a desenvolverme solo, a cocinar, un idioma nuevo y practicar los conocidos... y sobre todo por la gente tan maravillosa con la que he compartido todo ello.

Bueno, o eso pensaba antes de salir por la puerta dejando mi habitación completamente desnuda y la casa muda y oscura.


He ido a demasiadas despedidas de gente apreciada, con sus comprometedoras firmas de banderas italianas, como para valorar la mía propia. ¿De verdad esta noche se acaba? Bien parece que no tenga fin, se alarga con bailes y natación en la fuente de De Ferrari y recogida de comida sobrante en la nevera. Las conversaciones siguen su curso como de costumbre, las situaciones divertidas e impensables en otro lugar y momento se producen igualmente. Hasta que la luz asoma en el cielo; siempre muy pronto, siempre muy ambigua.
Los últimos abrazos me estremecen por completo. No, no es un adiós. Tan solo es un hasta luego. ¿Verdad que sí? ¿Verdad que volveremos a vernos?
Pero en el fondo muchas veces son palabras de autoconsuelo, en el fondo es casi seguro que jamás volverás a disfrutar de la compañía de los que han sido por unos meses tan grandes amigos. He ganado muchas cosas este año, pero nada más valioso que esos atarderces en la playa, esas risas en Matteotti, esos perreos susios en el puerto, esos planazos improvisados... con ellos. Jamás habría pensado que debería tragar tanta saliva para escribir sobre esto (y no es por la resaca).
Al ir al aeropuerto quemaba el sol; al despegar, Génova está al borde de las lágrimas.

  1. El Sergio que llegó cargado de maletas y balbuceando italiano nada tiene que ver con el que ahora observa la ciudad atomizarse desde el avión. De hecho, puedo decir que esto ha sido como el verdadero comienzo de mi vida, ahora que soy más consciente de mis capacidades y mis límites. Ahora me conozco mucho mejor.
A ben presto, Genova! Ciao a tutti, è stato un vero piacere. Vi voglio bene.


Ni las personas que salen en este pequeño recopilatorio son todas las que debieran, ni todas las fotos que deberían aparecer están permitidas para todos los públicos.