Cuánto daño apenas un suspiro

Cuánto daño apenas un suspiro
puede causar.
Unos pocos sonidos pueden
trastornar, desequilibrar,
enloquecer.
Y yo enloquecí, sí;
loco estoy.
Mas no es mi locura
pesar;
locura es la mía
difícil de curar,
sobre todo porque yo mismo
no quiero sanar.
Amor es mi demencia,
¿Es eso enfermedad?
Si dice que me ama,
¿qué me podrá faltar?
Doctor, lo mío es patología
de mucha profundidad;
deje sus medicinas,
que basta cuanto ella me da.

¿Qué haría hoy don Quijote con los molinos?

Ante sí tiene don Quijote las enormes aspas revolucionadas de aquellos molinos que dominan el monte. Más de cuatrocientos años hace desde que debió enfrentarse por vez primera a estos monstruos eólicos; más de cuatrocientos años desde que salió un día de su anónima aldea a amparar las viudas, desfacer tuertos, socorrer a huérfanos y menesterosos; más de cuatrocientos años desde que, con apenas una espada y una lanza viejas y oxidadas, se decidió a hacer de éste un mundo mejor, más humano, más idealista… A día de hoy, muchas cosas han cambiado, mas se repiten los mismos vicios y crímenes. A día de hoy, las más trascendentales ideas de justicia e igualdad de la flor y la nata de la andante caballería siguen vigentes. Por eso el Caballero de la Triste Figura sigue vivo y dispuesto a no perder el ánimo, a luchar hasta la muerte por sus ideales; por eso, a la vista de los gigantes dominadores del viento, el ingenioso hidalgo se abalanza con valor y gallardía contra ellos, una vez más, presto a salir disparado, derrotado, molido, para levantarse nuevamente con mayor brío. Porque don Quijote no se rendirá jamás ante la injusticia y el crimen.

El resurgir de la naturaleza

El cada día más tupido manto vegetal empieza a ocuparlo todo. Las flamígeras hojas de las copas incendiadas de luz solar se revuelven ante las lluvias de abril. Los parques, los jardines, las calles se llenan de exuberante clorofila, tratando de tapar el sol que aún no abrasa. Éste ha desperezado a las plantas, que viéndose desnudas empiezan a taparse. Las hojas cubren unidas sus ramas portantes, que se elevan esbeltas y torcidas hacia la luz. Un verdor vibrante, que parece moverse, pleno de vida, aparece en el menor rincón. Al mismo tiempo, algunas plantas parecen avergonzarse de sus nacientes hojas, ocultándolas tras llamativas flores de corta vida. Porque no sólo el verde está presente, sino multitud de colores que se rebelan contra la monotonía gris anterior. Las ascendentes tropas de hojas se elevan hacia el cielo al tiempo que los esféricos frutos penden de las ramas. Las lucientes palmas toman fuerza y brío con los rayos solares.
Sí, a veces me miran raro cuando me paro a hacer fotos a los árboles, pero me gustan los resultados.








Joven Ícaro villano

Joven Ícaro villano,
a la vida mis alas elevo;
mas no subir demasiado,
prevenido, intento.
No los solares rayos
fundirán este mi deseo:
disfrutar de la existencia tanto
como me dejen los cielos.
No de placeres vanos,
no de la pasión, el fuego
combustirá mis saltos,
mis alegrías, mis sueños.
No caeré al oceano,
no me estrellaré contra el suelo.
Gozar lo posible quiero
de la existencia, ufano.

Cavilaciones

     Tras horas de trabajo, levanté la cabeza y miré por la ventana. La primavera estaba en expansión, el cielo limpio y claro, el río en ejarbe... El sol trazaba una lejana franja de luz y sombra en el lejano llano. Una pareja de gorriones se cruzó ante mi vista. Era tan fácil imaginar ser uno de ellos y volar en libertad... Mas no, rápidamente pensé que prefiero ser como soy, complejo y dichoso en mi eterno conocimiento. Debe de ser aburridísimo ser un simple pájaro, sin pensar... Mi ventura no se limita a tener alimento todos los días, pues yo tengo un objetivo, varios objetivos en la vida, y en conseguirlos y disfrutar del camino hacia ellos, por duro y difícil que parezca, y en gozar al llegar a ellos está mi felicidad. Algunos son fines en sí mismos, como aprender, sentir, amar... El gorrión, en su simpleza, sólo busca comer y criar, y su único entretenimiento es cantar. Pero cuidado. No es necesario ser gran cosa para alegrar a alguien. Sus solos trinos pueden animar a pesar de no buscar hacerlo.
     La fortuita caída de un lápiz al suelo me espabiló y, después de recogerlo, como si yo mismo hubiera caído de entre las nubes, seguí con mis estudios; con mi camino hacia un viejo sueño. Es tan fácil desviarse...

Un día tal

Ante un día tal,
con cualquier cosa la vista
se recrea:
la parabólica caída de una paloma,
el aprendizaje de los infantes en bicicleta,
el rugido de los coches...
Ante un día tal,
de los últimos vacacionales,
donde el cristalino cielo
y el ambiente fresco
invitan a salir,
el olor a libros de segunda mano entra mejor
y el paseo es más ameno.
En un día tal,
nada tiene demasiada importancia;
nada salvo la compañía;

nada salvo tú.


Escapada de la cárcel

Grave y dura era
aquella prisión.
Apenas unos barrotes
daban al exterior.
Mala era la comida,
peor la iluminación.
Cuando no pudo aguantar
más tal opresión,
Escapó sigiloso por
subterráneo corredor.
Voces de alarma sonaron
entre trompeta y tambor;
mas no lograron cogerlo,
victorioso salió de la evasión.

Lejos quedaba ya la polvorienta prisión.
Tras larga y agotadora huida
parose a descansar sobre un alcor.
Las imponentes torres del castillo
entre retorcidas ramas aparecían en su visión.
Reposaba el asesino cobijado
mas un extraño ruido lo despertó.
Al buscar entre la flora
espesa nada halló.
Cuando se hubo calmado,
ante sí oscura figura apareció.
"Maldito seas, mísero infame;
Tus culpas no tienen perdón.
Tú mataste a mi esposa,
no te dejaré escapar yo.
Que si Dios me ayuda
no volverás a ver el sol."


Atasco

                Después de una mañana cargada de acción (un trabajo entregado justo a tiempo y una ardua clase de teoría de estructuras, impartida por un profesor con el que es recomendable tener google maps a mano para no perderse), salí de la escuela pensando en mis cosas (cómo organizarme y demás); y, en lugar de tomar la ancha avenida, la circunvalación y la carretera principal a mi pueblo, donde tenía que ir a comer, me metí por el medio de la ciudad en dirección a casa de mis abuelos. Un despiste tan tonto como éste se tradujo en media hora de atasco. Y mientras se me cerraban todos los semáforos e incluso se me calaba el coche por hacer el listo y no querer meter primera subiendo un túnel, añoraba la sensación de libertad que da conducir sin estorbos por una autovía, donde el coche parece deslizarse solo por la brea y lo único a que hay que atender es a mecer suavemente el volante, con cariño;  pensaba en el caprichoso viento dándome en la cara y moviendo mi pelo, en contraste con el calor que allí dentro hacía (mi coche es un perfecto conductor térmico; apenas unos rayos de sol lo convierten en horno); pensaba en lo sencillo que es adelantar por carretera, mientras no pasaba de veinte km/h y se me aparecían rojos semáforos, largas colas, cruces abarrotados… Sí, como en el anuncio: me gusta conducir. Ya sólo me falta el BMW. Hablando de mi coche, cada vez que veo uno del mismo modelo me hace gracia; es sorprendente la cantidad de ellos que hay por ahí; será pequeño, viejo y casi impotente (60 caballos hacen la cuadriga), pero tiene mucha carga emocional (era de mi abuelo y he montado en él varias veces de pequeño; su olor imperturbable, su tapicería vintage, el ambientador de pino… cualquier detalle me trae infantiles recuerdos) y, sobre todo, mejor es éste que el de san Fernando. Cuando por fin salí del embrollo, tomé la carretera secundaria a mi pueblo, subí el volumen de la radio y pisé el acelerador. Esto sí, esto es otra cosa.


Almendros

Cualquier rastro de florecimiento ha sido borrado. El árbol que anticipó la primavera ha quedado mudo, despejado de su sorprendente belleza efímera para volver a mostrar sus tímidas hojas, antes ocultas por las flores. Cuando a su alrededor es todo renacer y revitalizar, cuando muchas yemas esperan explosionar en hojas y flores, el almendro se queda con el orgullo de decir que él sabía antes que nadie que el tiempo iba a cambiar, señalando algo que, embozados entre plumas y piel, no veíamos como cercano. Tal vez suceda algo parecido con muchas ideas innovadoras, olvidadas cuando no tienen nada nuevo que aportar.
Su mensaje ha llegado a buen puerto; mientras disfrutamos del mejor tiempo, el almendro se retira esperando el momento de volver a ser el protagonista de esta historia que se repite, al igual que se repiten la admiración y las ganas de que el frío acabe y el sol caliente.






Peñafiel

Parece increíble
lo que en un día se puede hacer.
En un día tranquilo,
de tu mano conocí Peñafiel;
en un pedregoso risco subidos,
el pueblo entero contemplé.
(Cuantas oscuras sombras
proyectaban los rocosos huecos,
nada pueden, envidiosas,
contra el negro de tu pelo.)
Visitamos el castillo
cuan bello es
y de picnic comimos,
el río a nuestros pies.
(La cristalina lengua en vano
su luz irradiaba,
pues nada competir puede, claro,
con el brillo de tu mirada.)
El pueblo entero recorrimos
juntos hasta el atardecer.
¡Bello es el pueblo!
Mas nada semejarse puede
a contigo conocerlo.













Como el radiante meteoro

Como el radiante meteoro
contra la atmósfera se estrella
tras de sí dejando
su pálida estela
partiéndose en mil pedazos;
como la precipitada piedra
cae revolucionada de los barrancos
rueda sobre las peñas
y se sumerge en el impertérrito lago;
como el más grande entre la alameda
es de sus raíces despojado
y buscando convertirlo en leña
se derrumba desde lo alto.
Así se estrelló
mi enamorado corazón.

Una nube parecía salir de las chimeneas



Una nube parecía salir de las chimeneas
y el bloque semejaba un barco de vapor
navegando sobre helados océanos.
La claridad se extinguía en el horizonte
presionada por la noche azul.
Las ventanas encendidas eran como lejanos focos solitarios,
lejanas velas llameantes.
El aire fresco apagaba las llamas del ocaso
y despejaba mi mente cansada,
despertando en ella mágicas visiones.
¿Qué importan las dificultades,
las contradicciones,
los trabajos,
las incomodidades,
a la luz (o la oscuridad)
de este anochecer aletargado
donde reina el viento
entre la quietud abismal?


Delicadas gotas de agua


Delicadas de agua gotas
Esféricas se posan
En las recién salidas hojas.
Su superficie es espejo
Cóncavo del cóncavo cielo.
Sinónimo son de vida
En la del año estación florida.
Si verde es su apoyo,
Rojo es el tallo
Del que florecientes saldrán en mayo
Coloridos pétalos carnosos,
Y cuyo cuerpo velloso
De espinas se cubrirá, doloroso.
¡Cuidado, amante,
Si coger deseas
La flor olorosa,
La rosa fresca!

Presentación

Si el azar te ha traído hasta aquí, ¡detente, internauta! Párate a pensar qué quieres leer (relatos, poemas, viajes, prosa poética...) o métete en ello directamente. Este blog es fruto de mi pasión por la lectura y la escritura, la cual llevo practicando con mayor o menor gracia desde los diez años*. Evidentemente, los cuentos que escribía al principio no los tengo aquí publicados, ni los textos de opinión de cuando tenía 15, 16 años; aquí podrás encontrar textos escritos con esmero un poco más recientes. Ya sea en prosa o en verso, he tratado de plasmar unos sentimientos (propios o no) con unas palabras cuidadas (a veces demasiado, lo sé). Te invito asimismo a que escuches la música que añado particularmente a ciertas entradas, que me puede haber inspirado a escribirlas; que ojees las fotos, la mayoría propias; y que, si quieres opinar algo, los comentarios son bien venidos. Espero que disfrutes y sientas la lectura.


*Para no extenderme con anécdotas lo escribo aparte. Todo empezó una calurosa tarde de verano en mi pueblo, donde la curiosidad me llevó a encontrar una polvorienta máquina de escribir (¡qué vintage!). Fascinado por el tremendo artefacto, pulsé sus teclas cuidando de que no me tragara los dedos ni me cargara la reliquia de mi abuelo. Así fue como empecé a soltar cuanto la imaginación me dictaba en tan arcaico aparato; primero me inventé leyendas de lugares oscuros de mi pueblo y luego cuentos de lo más variado. Y hasta la fecha, ya modernizado el proceso.
Nací en Valladolid un 14 de septiembre de hace veinte años, y desde que tengo conciencia he tratado de vivir y amar el arte. Siempre he sido un espíritu inquieto, lo que me hace interesarme por cosas dispares, como la lectura y la escritura (ejercida con mayor o menor acierto y ventura) o la arquitectura, profesión que actualmente estudio en la universidad. 

Bienvenido, Izan

     El silencio se ha instalado en la casa, sólo roto por los llantos de hambre del pequeño Izan. El bebé es el centro de nuestra atención; cada vez que pasamos junto a su cuna, un magnetismo especial nos hace agacharnos y contemplar sus movimientos oníricos: abre y cierra la mano, entreabre los ojos... Sus vagidos son pocos pero pautados. Es esa etapa de la vida en que todo es nuevo y desconocido como mudarse a una ciudad jamás visitada. La casa, que se diría fantasma, sólo cobra vida en las comidas y las cenas, momento en que se habla todo lo que se ha callado hasta el momento. El resto del día y de la noche es una sucesión rítmica de sueños y despertares; siempre hay alguien descansando. Pero lo más sorprendente de todo es la fascinación que algo tan pequeño que sólo duerme en su cuna produce al que lo mira, parándose a su lado y mirando sus pequeños dedos apretados, sus esféricas mejillas, sus ojos cerrados. ¿Quién podría turbar tan plácido sueño?
    El paso por las zonas comunes se vuelve precipitado entre abrigos, cunas, cochecitos, tendederos... 
   Mientras los padres se apartan de la vida para cuidar en casa de su hijo, éste va engordando de aquélla. 
     Cada avance en su desarrollo es una sorpresa para nosotros. Apenas tiene medio mes y ya posa sus inocentes ojos sobre lo que lo rodea.
     Mucho más le queda por aprender a él y a nosotros por admirarnos; lo acompañaremos en su crecimiento y aprendizaje con atención y cariño. Bienvenido al mundo, sobrino.