Progreso

El progreso hasta hoy ha sido tal que

nos permite una vida

que ya quisieran todos los poderosos antiguos.

Cuando tenemos sed,

no hay más que abrir el grifo y beber.

Cuando tenemos frío,

buenas son mantas, calefactores o calefacciones;

mientras que antaño casi todos dormían con frío.

Si la enfermedad nos aflige,

el conocimiento del cuerpo humano y la medicina,

así como los sistemas sanitarios,

tienen preparado un abanico de soluciones

completamente inimaginables para nuestros antepasados medievales,

quienes tenían prohibida incluso la disección.

La higiene, la vacunación general, los controles médicos...

todos ellos mantienen vidas que antiguamente no tendrían salvación.

En nuestra mesa puede haber

una variedad de comida y bebida que

haría envidiar al más rico sultán.

A nuestro alcance hay

decenas de miles de mundos encriptados

mediante ese gran invento, el alfabeto escrito, y que

los más poderosos reyes, como 

Carlomagno, eran incapaces de comprender;

también la literatura nos permite

formar un pensamiento crítico,

así como viajar

sin movernos de nuestro cuarto.

Mas, si de viajar se trata,

autovías, carreteras, caminos, puentes,

puertos y aeropuertos,

trenes, buses y aviones:

las combinaciones seguras y económicas son enormes;

tenemos documentales, tenemos libros.

¡Y pensar que hace dos siglos la mayoría tenía prohibido

mudarse!

¡Y cuánta gente no conoce aún el mar!

La extensión de las matemáticas es

otro gran logro que celebrar,

pues emperadores hubo que ni sumar supieron.

¿Qué decir de la música?

Tomar asiento y disfrutar

de un gran número de instrumentos coordinados,

como ningún poderoso patricio pudo jamás soñar.

Los museos atesoran obras que

pueden abrirnos la mente

y que sólo los ricos podían poseer.

Cualquier sistema postal imperial

es patético frente a la velocidad en que enviamos

y recibimos

los mensajes más absurdos,

las noticias más relevantes...

Las posibilidades son inmensas.

Jamás tuvimos tantas herramientas tan bien engrasadas,

ni la capacidad que tenemos para multiplicarlas,

expandirlas,

aprender a usarlas.

Mas no cabe únicamente mirar al pasado y

comparar con el presente;

debemos mirar al futuro.

Queda mucho por hacer, sí;

mucho que avanzar y,

sobre todo,

muchas vidas que transformar.

Y eso comienza

valorando lo que hasta hoy hemos conseguido.