Sé que tu mirada oculta
muchos miedos.
Miedo a fallar,
a hacer el ridículo,
a quedarte solo.
Miedo a no ser suficiente,
a pensar diferente,
a salirte del redil;
miedo a quejarte en alto,
a reclamar,
a luchar.
Miedo a volver al paro,
miedo a que el dinero deje de entrar en casa.
También oculta incredulidad,
que es miedo a creer,
seguro que por tu propia experiencia.
Liarte la manta a la cabeza y pelear tú solo sería una locura,
los dos lo sabemos.
No, amigo, no estás solo;
todos tenemos tus mismos miedos.
Pero también sé que en tus ojos
una pequeña llama brilla cuando
por un instante piensas en lo que te digo.
Y es en ese momento, breve,
mutilado por tus temores, que son
los nuestros, los de
todos los explotados de
todo el mundo y de
toda época,
es entonces cuando lo ves.
Sí, en el fondo lo sabes.
Ese mundo es posible y necesario.
Y seremos nosotros quienes lo construyamos. Pero,
primero,
debemos tumbar los miedos que nos atan
antes de romper las cadenas que nos oprimen.
Dame la mano, compañero, y
comencemos desde el principio
nuestro futuro.