Desde lo más hondo de mi pecho siento una gran pena,
pues dentro de él mi corazón se ha roto.
En él, una pieza pequeña pero especial,
de pura luz y alegría,
acaba de fragmentarse;
y ya perdió toda la vida,
y ya perdió todo el color.
Y es ese gran dolor que dentro de mí anida
el que a escribirte me obliga
estos versos de amargor.
No es por ti que lleno mi copa
del sanguíneo licor,
no es por ti
que entre sollozos salí
de mi casa
para comprar este vino italiano.
No es por ti, no, que alzo el vaso
sin esperar un brindis. Es por mí
y por el recuerdo que de ti guardo;
es por todos esos momentos inolvidables en los que
compartimos una botella;
es para inundar esta muda congoja que me atormenta.
Y mientras su contenido bebo, revivo en mi memoria
esos recuerdos, esas historias,
que en esa pieza de mi corazón guardaba.
Hasta siempre, Carlos, en mi corazón queda
la fracturada pieza
donde nuestros recuerdos guardo.
Y si me faltan energías,
pensaré «pilas, pilas, pilas»;
y si me falta el arrojo,
recordaré tu historia de aplomo.
Te quiero, papi.