¿Qué te pasa, Europa?

Los antiguos y grandilocuentes dioses han caído en desgracia. Amodorrados, se aburren en su mítica morada entre las nubes, viendo eternamente la vida pasar. Hace tiempo que fueron olvidados, menospreciados, ridiculizados; pero siempre conservaron algo de su poder. Ahora, miran con desgana la tierra que ya nunca les devuelve la mirada. ¿Nunca? Los ojos de miles de niños que conservan su inocencia siguen reflejando el cielo en su sencilla plegaria, esperando que los dioses resuelvan los males que los hombres desoyen. En medio de la fría y desoladora noche, buscan con la mirada puesta en las estrellas algo de calor, algo de comprensión. 
    Los antiguos dioses hace tiempo que no se alimentan del culto de los mortales; únicamente consiguen de vez en cuando expresar sentimientos, servir de metáforas o ayudar a los símiles de algunos poetas que intentan que no se borre su recuerdo. El presente escritor es uno de aquéllos que buscan su amparo para contar algo. Esta vez, los inmortales no pueden hacer nada por esos ojos infantiles que les imploran ayuda; pero sí pueden darles voz a través de mis teclas. Y mientras unos pueblos egoístas se separan en la adversidad, levantan barreras, dan la espalda... otros pueblos necesitados buscan un hogar muy lejos de aquél que la violencia y la incomprensión les destrozó. 
    Hoy más que nunca Europa debe demostrar su generosidad ante la desgracia, mantenerse unida contra la guerra, el horror, el racismo y la incomprensión, contra lo inhumano. Porque si es inhumano suicidarse en nombre de un dios que algunos creen violento y sectario con la finalidad de matar a más gente inocente, también lo es alzar alambradas y concertinas ante quienes huyen de la barbarie. 
    ¿Qué Europa es ésta defensora de las libertades que permite impasible que se menosprecie, odie y se abandone a su incierta suerte a tantas personas que lo han dejado todo porque nada les quedaba y han arriesgado su vida buscando hacerla mejor? ¿Podemos sentirnos dignos herederos de quienes escribieron y firmaron los Derechos Humanos ante este otro trato inhumano?

¿Qué te pasa, Europa? ¿Vas a dejar pervertirte por un insolente toro?

Sinfonía nº9 - L. v. Beethoven

Días para el recuerdo

El afán y las ganas de aventuras nos llevaron a querer celebrar nuestros cumpleaños viajando, con el formato usual y económico de coger la carretera y visitar nuestro patrimonio cercano. Una avería en la ventanilla de última hora nos impidió ver Tordesillas, así que tomamos rumbo hacia San Cebrián de Mazote, un pueblo donde difícil sería, arrimado a una tapia, que nadie metiera el brazo por el hueco de la ventana y abriera el coche. Amplísima se nos presentó, tras pasar por el contraábside semicilíndrico y de bóveda de horno en ladrillo, la Capilla Sixtina del mozárabe. Nos perdimos por un momento entre sus altas columnas, cada una diferente, pasando bajo los arcos de herradura y la cubierta de madera, sorprendiéndonos con cada juego espacial y volumétrico de la iglesia.
        Después tomamos de nuevo carreteras de curvas y altibajos para llegar al monasterio de la Santa Espina, que no visitamos por no tener dónde aparcar el coche con la ventanilla bajada. Retomamos el camino, esta vez hacia Urueña, la primera villa de España.

Sobre un de la inmensa llanura
dominante altozano
presidía la villa medieval
todo a su alrededor.


No contento con las carreteras comarcales, en cuanto veía un camino de tierra que llevaba a quién sabe dónde me metía por él, hacia lo desconocido. Así fue como entramos en la Villa del Libro por una inclinadísima cuesta de arena, casi por la puerta de atrás, con tal inclinación que veíamos el horizonte del revés y en cualquier momento parecía que el coche no daría para más y caeríamos de nuevo hacia abajo.
De la mano nos adentramos en las milenarias murallas, recorrimos mil veces las estrechas calles y visitamos cuanto el tiempo nos permitió: el museo de la fundación Joaquín Díaz, con interesantes grabados de vestidos castellanos tradicionales, instrumentos antiguos y una exposición que explica la evolución del gramófono; la ermita de nuestra señora de la Anunciada, una maravilla única por ser románico lombardo, sólo conservado en el antiguo reino de Aragón; y exploramos el pueblo.

Subimos a las pétreas murallas.
Y dominamos con la
mirada
el Mar de Castilla:
los campos amarillos,
verdes,
pardos;
los pueblos cercanos y lejanos;
lejanas montañas…
A lo lejos,
una nube de polvo indicaba
cosechas de cereal.

Junto a arruinados castillos
gritaba nuestro amor:
¡Victoria!
Aviones ocultándose en las nubes,
bandadas de chillonas palomas,
las ruinas del castillo,

el cielo azul,
besos,
risas,
todo cabe
tumbados los dos en
único abrazo
junto al foso hecho estanque.

En mi vida he visitado muchos monumentos, ciudades, museos o edificios (aunque menos de los que quisiera) y lo he hecho con varios acompañantes: familiares, amigos, compañeros… Ahora lo hago con mi novia; y he de decir que con nadie congenié tan bien para cosas como éstas. Los dos nos detenemos a leer todos los textos que nos exponen e incluso libros a mayores antes de la visita, estudiamos sin prisa y con agrado lo que vemos, nos aventuramos con una sonrisa hacia lo ignoto, disfrutamos con las mismas cosas…
También soy consciente de que, cuanto más estudio y más visito, más analizo y reconozco algunas cosas, sintiendo que sé algo y alegrándome cada vez por ello. Un ejemplo es reconocer señales históricas en un plano (me encanta el urbanismo) o predecir que esa laguna junto a ese castillo debió ser un foso. Cosas tan sencillas que antes no sabía ver y ahora que sé hacerlo me llenan de gozo exento de vanidad. Y, desde luego, cualquier conocimiento que tenga estoy deseando de extenderlo y compartirlo con quien quiera, ya sea escribiendo o contándoselo a mi novia (me encanta enseñarte cosas, profesora).
El día acabó subidos en un monte, al otro lado de Urueña, al que llegamos como no podía ser de otro modo aventurándonos por caminos de tierra, contemplando cómo los últimos rayos del sol iluminaban sus cenicientas piedras. Por mucho que vimos, nos faltaron mil cosas que visitar (ni siquiera compramos libros). Así que el regreso es obligado. Esta pequeña y emocionante excursión fue la última de vacaciones; ahora es difícil compaginar horarios, pero en cuanto nos coincidan volveremos a la carga en busca de nuevos rincones que visitar y de los que aprender. Y que sea así por mucho tiempo, que hay mucho que ver y no hay mejor compañía. 




 







































Beso

Ese mágico momento
en que se unen nuestros labios,
cuatro,
haciendo un único,

uno,
delicioso,
irrepetible beso.

Tu boca abierta
es como una bellísima flor
carnívora;
yo quisiera en ella posarme,
entrar, libar su miel;
y sin miedo vuelo hasta ella.

Confiado hasta tus labios
planeo, y me
dejo engullir por ellos;
me dejo llevar por
la ternura,
el calor,
la suavidad,
tus mordiscos...
Y por más que
me agite,
me revuelva,
te devuelva besos,
mordiscos,
caricias, abrazos;
siempre caigo rendido
entre tus tramposas redes
de amor.

Aparcar a la solana

El negro coche bajo los
imparables rayos se cuece.
Al abrir me empuja de calor una ráfaga interna,
irrespirable.
Me abrocho la opresora serpiente de fuego;
separo con dolor del vidrio la lámina solar;
pongo en el ardoroso círculo una mano,
en la llameante palanca la otra
(adiós, dactilares huellas);
y arranco.
Llamas de la negra rejilla salen,
impertérrito no se mueve el cristal;
la energía lumínica, luego calorífica
por radiación,
se transforma por biológicos procesos
en energía mecánica en mi frente:
potencial primero,
cinética después,
mi frente emana largos arroyos.
Me muero en caluroso sufrimiento:
no todo es placer en verano.

Flexiones y reflexiones

Una definición de reflexión:
Es un 'volverse dentro de sí' para conocer, interpretar, analizar o aclarar. (Edgar Becerril Lara)

"Soñar el sueño imposible, luchar contra el enemigo imposible, correr donde valientes no se atrevieron, alcanzar la estrella inalcanzable; ése es mi destino."

"Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía... ¡sino justicia!"
Don Quijote, Miguel de Cervantes.

     Aunque siempre es bueno, ¿qué mejor momento que el verano para reflexionar, flectar, doblarnos sobre nosotros mismos? Y no para mirarnos los pliegues de la barriga, sino más adentro, nuestro interior. Yo ya tengo alguna reflexión escrita...


Quiero agitar las conciencias,
hacer pensar a la gente. Yo no
convenceré a nadie sino de que

haga cualquier cosa convencido.

Mi voz será la chispa
que encienda las mentes.

Y sonarán los cánticos de elevación

y podré alzar

mi canto incendiario,
liberarme de toda atadura,
subirme a cualquier azotea
para tremolar sangrientas banderas
y gritar bien alto:
¡Revolución!
¡Cultura!




"Porque la nada es motivo de angustia. Pero para el poeta, además y antes que otra cosa, causa de admiración y extrañeza." Juan de Mairena, Antonio Machado.

"La locura no es sino la nada."


¿Quién conoce la nada?
¿Existe la nada o
es una invención más?
Sería terrible estar
en ningún sitio,
ninguna parte,
ningún objeto alrededor,
nadie...
Por suerte, por mucho
que nos angustiemos,
nos fatiguemos,
nos caigamos,
siempre tendremos el consuelo
de algo, cualquier
cosa, por
pequeña que sea.


¿Quién puede comprar flores 
de plástico 
pudiendo cogerlas de verdad? 
¿Acaso 
reside la belleza 
únicamente en la forma?
¿Quién?
¿Quién puede cambiar
lo real por lo irreal?
Yo.
Yo te compré unas rosas,
porque quería que fueran
eternas,
como nuestro amor.

Y detrás del quiosco, detrás de las revistas del corazón, deportes y noticias, se encierran bien bajo llave los libros, las revistas de ciencia, la cultura. Imagino que será para que no se escapen de su castigo eterno de polvo e indiferencia.

Sostenibilidad.
Hay que quitarse las cadenas de la minoría de edad y salir de la cueva platónica. No debemos dejarnos arrastrar por comportamientos cómodos e incívicos (¿tanto cuesta tirar un envoltorio a la papelera?)

¿Por qué cocinar en exceso? ¿por qué comprar comida a sabiendas de que es demasiada y no se va a comer?

Me desespera la indiferencia de casi todo el mundo es estos temas. En el pueblo en el que vivo (de tres mil habitantes) hicieron una nueva escuela bastante más lejos del centro que la antigua, en una nueva urbanización; sólo por mover unos cientos de metros este equipamiento, todos los días se viven dos procesiones de coches: la de recogida y la de vuelta. Este pueblo sirve de ejemplo de la falta de concienciación de la mayoría de la gente. A las afueras, justo donde el pueblo acaba, hay un centro de salud que diariamente se llena de coches de los habitantes. ¿Tanto cuesta ir andando? No es dañino para la salud que yo sepa; de camino a allí sólo me he encontrado dos señores mayores, uno con muleta incluida. ¿De verdad es necesario ir a la piscina, al bar, a por el pan con el coche? Luego nos pondremos a hacer dietas estúpidas y malas para nuestro cuerpo y nos quejaremos de que no nos entran los pantalones. Y de propósito de año nuevo ir al gimnasio.
Yo tengo coche y me encanta conducir, pero si puedo ir andando lo hago. Y no vale decir que se ahorra tiempo si sólo ganas cinco minutos. La comodidad no puede ganar a la salud.

Pero, por suerte, la vida no es pragmatismo. La vida es tensión, es drama, es emoción. No puede entenderse la vida únicamente con la razón. Sería terrible que todo fuera como las normas de tráfico, tan eficientes, tan prácticas, tan estériles.

Fue en verdad un gran invento el semáforo. Con sus colores básicos regulan, con mayor o menos eficiencia, los ritmos de paseantes, conductores, calles, ciudades...
Si uno se estropea ocurre como esos chistes de ¿cuántos policías hacen falta para sustituirlo?


     Quejarse está muy bien; de hecho es lo primero que hacemos al nacer, así que todos sabemos quejarnos. Pero lo importante es intentar buscar soluciones a los problemas que nos molestan. Parece que gusta mucho quejarse por el hecho de hacerlo, y nadie piensa en mejorar aquello de que se queja. Yo ahora mismo estoy criticando este comportamiento, pero el remedio que busco es intentar que quien me lea piense antes de hablar; porque las palabras son muy importantes: pueden herir, desequilibrar, llevar al suicidio... Hay que cuidar mucho lo que se dice y no dejarse llevar por nuestros más bajos instintos.

     Todos podemos sorprendernos en conductas llevadas por nuestras pasiones más salvajes: el miedo, la violencia, el cariño... Esas pasiones que emergen de nuestro encéfalo, esa parte más animal de nuestro cerebro. La grandeza de la humanidad estriba en lo que está encima de todo ello, la materia blanca y gris, nuestro lado racional. No debemos caer en nuestros más bajos sentimientos sin antes pararnos a pensar un poco en ellos, siempre. 

     Si no somos capaces de controlarnos a nosotros mismos, ¿cómo intentar controlar lo que nos rodea?

     No hay cosa que me dé más miedo que una enorme explanada vacía que sirva de aparcamiento. Metros, kilómetros cuadrados de hormigón duro que lo ocupan todo, sin árboles, sin nada más que coches y más coches (eso cuando los hay; cuando no, es una visión más penosa aún)

Inquieta pensar que desde la conquista cristiana del reino andalusí, algo tan lejano, hasta nuestros días han pasado quinientos años, casi trescientos menos de los que estuvieron asentados los árabes. Los prejuicios, el odio y la incomprensión echaron de sus hogares a gente que podía decir con más derecho que ésa era su tierra que los bárbaros y malolientes cristianos que los conquistaron. Qué decir de los judíos, que vinieron a España cuando dominaban los romanos... y sin embargo no fueron bienvenidos en el Estado Moderno de los Reyes Católicos, fueron ciudadanos de segunda cuando pudieron serlo y se los despreció, humilló, robó... ¿No eran acaso tan españoles como el resto o más?

Nunca entenderé las tiendas de recuerdos. ¿Cómo comprar algo tan íntimo y personal? Mis recuerdos me los creo yo, no necesito comprarlos, gracias.

    Discutiendo largamente sobre la vida expuse mi teoría: no creo en ningún Dios ni en la salvación; la muerte es el final y la vida dos días. ¿Vamos a perder esos dos días rezando y sufriendo por la supuesta eternidad que debería venir? La vida no es un continuo elegir entre dos caminos: uno recto, amplio y cómodo que es el vicio; y otro estrecho y dificultoso que es la virtud. ¿Por qué ser virtuoso? Como digo, para mí la vida es corta y hay que aprovecharla, y mejor es buscar el placer que vivir en un valle de lágrimas en pos de la virtud. ¿Qué es la virtud? Me decía uno un día que ser cristiano es tener unos valores. ¿Acaso el resto de los mortales no los tienen? Sí, vale, arderemos en el infierno por infieles; pero toda persona tiene valor y valores. Y desde luego no siempre hay que hacer caso de lo que diga la gente. Y mucho menos de lo que diga yo: pensad por vuestra cuenta.

¿Por qué los ricos creen indigno sacar la basura al contenedor? ¡Al contrario! Cuanta más riqueza, más basura se genera. Se diría que la riqueza es tóxica para el medioambiente, al menos mal organizada. Los realmente pobres son los que no generan basura, aprovechan todo lo que tienen y tiran lo menos posible. Entonces ¿por qué se avergüenzan los pudientes de sus desperdicios? ¡Que salgan con sus bolsas de mierda y las ondeen y lo pregonen! 

Insomnio

Entre vapores sudorosos desperté.
Mis retinas imágenes de terrosas
subidas a castillos lejanos
aún mantenían, oníricas.
Por más que me revolviese,
me estaban cruzados los brazos
de Morfeo. Abrí las ventanas
y un aire demasiado helado,
demasiado fétido,
entró en mi cuarto.
El frágil equilibrio térmico en mi
cuerpo y el agua bebida
me sentaron mal, y el oleaje
etílico se revolvió en mi estómago.
El por desidia jamás cambiado
edredón me oprimía, mullido,
ligero, con su calor insoportable.
Lentos arroyos de mi cuello nacían,
corrían por todo mi cuerpo.
Un cálido desayuno y paciencia
me llevaron por fin al estado
hermano de la muerte.

Viajes inesperados

He vivido un día emocionante. De la mano de mi novia he conocido pueblos, he entrado en lugares reservados, he viajado con mi coche por carreteras estrechas, con baches y muchas curvas…
            Primero, he descubierto una vía alternativa para llegar a Peñafiel, mucho más divertida y entretenida que la carretera nacional: pasa por todos los pueblos de la ribera derecha del Duero, no tiene apenas tráfico y hay muchas curvas y desniveles; la otra es más ancha, más recta y hay mucho tráfico y muchos camiones que adelantar.
            Empezamos visitando Curiel. Nos perdimos por sus laberínticas calles buscando la subida al castillo y acabamos aparcando en la plaza. Palacio – fortaleza de los Zúñiga, iglesia de santa María y ayuntamiento. Del primero sólo se conserva parte de la fachada y restos en el interior, comidos por la maleza y el descuido; la segunda era un precioso templo gótico, con cubierta de madera salvo en el altar, con pinturas del siglo XIV y tumbas de nombres ilegibles. Vimos la ermita por fuera, el arco gótico de entrada de la Magdalena, la iglesia de san Martín, la fuente de Santiago, el cementerio, restos de la muralla, el rollo de justicia… y subimos al castillo; éste, que es el más antiguo de Valladolid (siglo X) fue propiedad del Estado hasta 2003, año en que se vendió para restaurarse y convertirse en un lujoso hotel. En él nos colamos, subimos y subimos escaleras y vimos los muebles, la decoración ecléctica y las preciosas vistas. Lo que está claro es que el pueblo, la diputación, la junta o el Estado no han querido gastar un duro en restaurar este bellísimo ejemplo de castro medieval, que está en la ribera del Duero y no sería difícil de explotar turísticamente.
            Después de comer en otro lujoso hotel de Peñafiel, antigua harinera, compramos unos helados y fuimos a un lugar apartado para comerlos; entonces vi un cartel de Aranda y se me ocurrió la idea. Cogimos una carretera provincial que mi novia no conocía apenas y pasamos campos, bosques, pueblos, ríos hasta subir montañas segovianas, donde la carretera se estrechaba, serpenteaba por el borde del precipicio, se llenaba de baches… Llegados a un pueblo llamado Sacramenia no supimos hacia dónde seguir, así que subimos a la ermita de san Miguel, origen del pueblo, cuyas ruinas románicas dominan los valles de alrededor. Allí, sentados en los nichos de medievales tumbas, comimos los derretidos helados y contemplamos el bello paisaje.
            Hacía un calor sofocante, la tarde se nos echaba encima y decidimos dejar el largo pero aventurero viaje para otra ocasión. De vuelta en Peñafiel eché gasolina y seguimos con la improvisada ruta, hacia Padilla de Duero.
            Ha sido impactante descubrir Pintia. Ese yacimiento arqueológico de un antiguo cementerio vacceo tan recientemente acondicionado para aprender más de esos tan lejanos y olvidados antepasados como fue ese pueblo prerromano, de los más cultos de los de alrededor. Esa gente tan poco conocida que nos ha legado cosas tan propias como la construcción en tierra, los grandes cementerios o el consumo de vino.

Bajaba el sol
dejando su color en las nubes.
Bajaba el sol y aumentaban las sombras;
corría el viento frío,
se confundían las formas
y los pinares hablaban en silencio.
Así despedimos un nuevo día,
entre tumbas milenarias e historia.

En esta sociedad tan influenciada por culturas ajenas y lejanas, por un turismo de lo superficial, se desprecia lo propio sin conocerlo. En un viaje de menos de cien kilómetros ida y vuelta hemos podido conocer fortalezas, orígenes de villas, paisajes y culturas ancestrales, con poco gasto. No es necesario viajar miles de kilómetros para aprender, conocer y aprender a conocer arte. Los pueblos, tan olvidados, tan despoblados, tan desatendidos, tan ridiculizados, tan desconocidos, son verdaderos cofres llenos de tesoros, más o menos enterrados en la arena del descuido, la incompetencia o el rechazo. Si en vez de pensar tanto en torres de acero o rascacielos de vidrio volviésemos los ojos a ese legado milenario, tal vez lo valoraríamos y lo cuidaríamos un poco más. Animo a cualquiera a visitar nuestro patrimonio, ya sea en campo o ciudad, pues no tiene pérdida.