Castillos en las nubes

Qué pronto caen los castillos edificados sobre las nubes, pero qué bellos mientras se mantienen. Construidos a base de pocas certezas y muchas indecisiones, de muchos suspiros y pocas palabras, con muchas piedras de una parte y poco cemento para trabarlas de la otra. Como en un sueño, aparecen, flotando a la luz de la luna, firmes e imperturbables, inconscientes de que el viento de la mañana esfumará cada almena, cada puerta que nunca se abrió, cada puente que nunca se levó.

Esta relación,
caleidoscopio multicolor,
poliedro de mil caras, es
droga dura.
Non posso smettere,
non so come smettere,
non ci riesco,
e non voglio neanche.

Io ti dò la mano.
Se la vuoi prendere, andremo altrove,
ove il tempo non conti,
ove i dubbi non ci siano,
le porte si aprino davanti a noi
e le città si rendano visibili.

Tu mi fai venire la poesia.

Errare è umano,
Ma anche amare.
Y en verdad que lo es, incluso cuando amar también parece ser un error. No, nunca y mil veces nunca. Tal vez me arrepienta de cómo he amado, pero jamás de haberlo hecho.

Altas y luminosas esperanzas fundadas
en realidades de barro,
que cuanto más ascienden, más
patinan, imperceptibles, hasta
derrumbarse como
altas torres durante el terremoto.
Y que sin embargo no tardan en recomponerse y
dar apariencia de hormigón a su soporte.
Tal vez el amor sea una expresión más
de la naturaleza.
Un ciclo eterno y repetitivo;
un alternar de estaciones frías y calientes
con los mismos trenes y horarios en sus pantallas;
un cubo en una noria, que tan pronto
se ve lleno de agua como
debe dejarla irse.
Y agua que no has de beber, déjala correr.

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