La vida es

La vida es
una red infinita de caminos.
El tuyo y el mío se han encontrado,
¿cedemos el paso
al amor?
El amor
es una lotería,
y nosotros hemos ganado
con el veintidós:
disfrutemos del premio
juntos tú y yo.

Como disfrutar
leyendo un libro,
escuchando una sinfonía,
un concierto,
viendo una película;
como disfrutar de todo
lo que nos hace más grandes, lo que
nos hace comprender
un poco
el sentido de la vida,
o sencillamente nos
hace felices;
así disfruto contigo.
La vida es
ese vacío en el estómago
cuando no estoy contigo,
de contar las horas que restan
para verte;
y esa plenitud cuando
estás a mi lado y
pasan las horas
en un abrazo.
Así,
nuestras manos perfectamente encajan,
más aún nuestros
corazones.
La vida es
una macedonia centrifugada,
vista
desde dentro de la batidora,
al unirnos en
frenesí;
entonces
la tierra tiembla, se
levanta el vendaval y
enfurece el oleaje;
yo me agarro a tu
cuerpo,
tú a la almohada.
Donde mis manos no
llegan, se hincan mis dientes,
acezantes.
Y nos encontramos
cada día como si fuese
el último;
pero jamás el primero
(todo suma, multiplica,
eleva nuestra relación).
La vida es,
a tu lado, el tiempo que se detiene,
fluye bajo el suelo, apenas
perceptible un tic tac,
como una hoja suspendida
sobre el agua.
La vida, que
nos unió, le costará
separarnos;
pues la vida es
que si yo tengo el candado, sólo tú
tienes la llave. Si
yo te regalo las mejores
flores de mi jardín,
tú las secas y las guardas.
Yo conduzco,
tú intentas mantenerte despierta.
Tú me despiertas y
yo sonrío.

Yo te enseño, tú
me edificas
y los dos aprendemos y
construimos.
Tú me abres las puertas del paraíso,
tierno y cálido,
y yo encallo entre tus brazos,
gozando de tu piel sensible a mis
dedos.
Me gusta cuando acaricias
mis luengas barbas,
o cuando saboreas
mi cuello y mis orejas,
dejando un trémulo aliento.
Ese aliento que de tu boca
sale
es el que necesito
para seguir.
Me gustas activa,
me gustas jadeante,
me gusta cuando me miras
des
de esos ojos de
chocolate entre un mar
de picas negras.
Y ese olor, esas caricias,
esa molicie, esa carne
tierna, concupiscente;
esos labios sin destino.

Subiremos a mil altozanos,
páramos o
fortalezas,
caminando o escalando, porque
juntos somos uno,
juntos somos fuertes.
No,
no te hagas la sorprendida, todo
esto ya lo sabes;
yo sólo
te lo escribo, te lo
murmuro en la oreja.
Pues la vida es
mucho mejor a tu lado.

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