Viajes inesperados

He vivido un día emocionante. De la mano de mi novia he conocido pueblos, he entrado en lugares reservados, he viajado con mi coche por carreteras estrechas, con baches y muchas curvas…
            Primero, he descubierto una vía alternativa para llegar a Peñafiel, mucho más divertida y entretenida que la carretera nacional: pasa por todos los pueblos de la ribera derecha del Duero, no tiene apenas tráfico y hay muchas curvas y desniveles; la otra es más ancha, más recta y hay mucho tráfico y muchos camiones que adelantar.
            Empezamos visitando Curiel. Nos perdimos por sus laberínticas calles buscando la subida al castillo y acabamos aparcando en la plaza. Palacio – fortaleza de los Zúñiga, iglesia de santa María y ayuntamiento. Del primero sólo se conserva parte de la fachada y restos en el interior, comidos por la maleza y el descuido; la segunda era un precioso templo gótico, con cubierta de madera salvo en el altar, con pinturas del siglo XIV y tumbas de nombres ilegibles. Vimos la ermita por fuera, el arco gótico de entrada de la Magdalena, la iglesia de san Martín, la fuente de Santiago, el cementerio, restos de la muralla, el rollo de justicia… y subimos al castillo; éste, que es el más antiguo de Valladolid (siglo X) fue propiedad del Estado hasta 2003, año en que se vendió para restaurarse y convertirse en un lujoso hotel. En él nos colamos, subimos y subimos escaleras y vimos los muebles, la decoración ecléctica y las preciosas vistas. Lo que está claro es que el pueblo, la diputación, la junta o el Estado no han querido gastar un duro en restaurar este bellísimo ejemplo de castro medieval, que está en la ribera del Duero y no sería difícil de explotar turísticamente.
            Después de comer en otro lujoso hotel de Peñafiel, antigua harinera, compramos unos helados y fuimos a un lugar apartado para comerlos; entonces vi un cartel de Aranda y se me ocurrió la idea. Cogimos una carretera provincial que mi novia no conocía apenas y pasamos campos, bosques, pueblos, ríos hasta subir montañas segovianas, donde la carretera se estrechaba, serpenteaba por el borde del precipicio, se llenaba de baches… Llegados a un pueblo llamado Sacramenia no supimos hacia dónde seguir, así que subimos a la ermita de san Miguel, origen del pueblo, cuyas ruinas románicas dominan los valles de alrededor. Allí, sentados en los nichos de medievales tumbas, comimos los derretidos helados y contemplamos el bello paisaje.
            Hacía un calor sofocante, la tarde se nos echaba encima y decidimos dejar el largo pero aventurero viaje para otra ocasión. De vuelta en Peñafiel eché gasolina y seguimos con la improvisada ruta, hacia Padilla de Duero.
            Ha sido impactante descubrir Pintia. Ese yacimiento arqueológico de un antiguo cementerio vacceo tan recientemente acondicionado para aprender más de esos tan lejanos y olvidados antepasados como fue ese pueblo prerromano, de los más cultos de los de alrededor. Esa gente tan poco conocida que nos ha legado cosas tan propias como la construcción en tierra, los grandes cementerios o el consumo de vino.

Bajaba el sol
dejando su color en las nubes.
Bajaba el sol y aumentaban las sombras;
corría el viento frío,
se confundían las formas
y los pinares hablaban en silencio.
Así despedimos un nuevo día,
entre tumbas milenarias e historia.

En esta sociedad tan influenciada por culturas ajenas y lejanas, por un turismo de lo superficial, se desprecia lo propio sin conocerlo. En un viaje de menos de cien kilómetros ida y vuelta hemos podido conocer fortalezas, orígenes de villas, paisajes y culturas ancestrales, con poco gasto. No es necesario viajar miles de kilómetros para aprender, conocer y aprender a conocer arte. Los pueblos, tan olvidados, tan despoblados, tan desatendidos, tan ridiculizados, tan desconocidos, son verdaderos cofres llenos de tesoros, más o menos enterrados en la arena del descuido, la incompetencia o el rechazo. Si en vez de pensar tanto en torres de acero o rascacielos de vidrio volviésemos los ojos a ese legado milenario, tal vez lo valoraríamos y lo cuidaríamos un poco más. Animo a cualquiera a visitar nuestro patrimonio, ya sea en campo o ciudad, pues no tiene pérdida.




 



























No hay comentarios:

Publicar un comentario