Los antiguos y grandilocuentes dioses han caído en desgracia. Amodorrados, se aburren en su mítica morada entre las nubes, viendo eternamente la vida pasar. Hace tiempo que fueron olvidados, menospreciados, ridiculizados; pero siempre conservaron algo de su poder. Ahora, miran con desgana la tierra que ya nunca les devuelve la mirada. ¿Nunca? Los ojos de miles de niños que conservan su inocencia siguen reflejando el cielo en su sencilla plegaria, esperando que los dioses resuelvan los males que los hombres desoyen. En medio de la fría y desoladora noche, buscan con la mirada puesta en las estrellas algo de calor, algo de comprensión.
Los antiguos dioses hace tiempo que no se alimentan del culto de los mortales; únicamente consiguen de vez en cuando expresar sentimientos, servir de metáforas o ayudar a los símiles de algunos poetas que intentan que no se borre su recuerdo. El presente escritor es uno de aquéllos que buscan su amparo para contar algo. Esta vez, los inmortales no pueden hacer nada por esos ojos infantiles que les imploran ayuda; pero sí pueden darles voz a través de mis teclas. Y mientras unos pueblos egoístas se separan en la adversidad, levantan barreras, dan la espalda... otros pueblos necesitados buscan un hogar muy lejos de aquél que la violencia y la incomprensión les destrozó.
Hoy más que nunca Europa debe demostrar su generosidad ante la desgracia, mantenerse unida contra la guerra, el horror, el racismo y la incomprensión, contra lo inhumano. Porque si es inhumano suicidarse en nombre de un dios que algunos creen violento y sectario con la finalidad de matar a más gente inocente, también lo es alzar alambradas y concertinas ante quienes huyen de la barbarie.
¿Qué Europa es ésta defensora de las libertades que permite impasible que se menosprecie, odie y se abandone a su incierta suerte a tantas personas que lo han dejado todo porque nada les quedaba y han arriesgado su vida buscando hacerla mejor? ¿Podemos sentirnos dignos herederos de quienes escribieron y firmaron los Derechos Humanos ante este otro trato inhumano?
Hoy más que nunca Europa debe demostrar su generosidad ante la desgracia, mantenerse unida contra la guerra, el horror, el racismo y la incomprensión, contra lo inhumano. Porque si es inhumano suicidarse en nombre de un dios que algunos creen violento y sectario con la finalidad de matar a más gente inocente, también lo es alzar alambradas y concertinas ante quienes huyen de la barbarie.
¿Qué Europa es ésta defensora de las libertades que permite impasible que se menosprecie, odie y se abandone a su incierta suerte a tantas personas que lo han dejado todo porque nada les quedaba y han arriesgado su vida buscando hacerla mejor? ¿Podemos sentirnos dignos herederos de quienes escribieron y firmaron los Derechos Humanos ante este otro trato inhumano?
¿Qué te pasa, Europa? ¿Vas a dejar pervertirte por un insolente toro?
Sinfonía nº9 - L. v. Beethoven
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