Cuantas canoras de musas voces,
que no de ruiseñores,
salían del arroyo,
me rodearon; y no caricias ni besos
me dieron, sino palabras y versos.
Cuantas pálidas ninfas el bosque esconde
bailando salieron a mi encuentro;
mas quedó una sola, desconsolada,
cantando sus penas a las aguas.
Cuantas cristalinas lágrimas
de sus ojos se resbalan
creando un mar van
de sueños rotos, de esperanzas vanas.
Cuantos más pasos hacia ella daba,
más su cuerpo se volatilizaba,
Y llegando adonde antes estaba
sólo quedó el recuerdo de una triste mirada.
¡Oh, musa intangible, no te escondas
en las del lago tranquilas ondas!
La única respuesta, que
solo y aturdido me dejó, fue
un olor a marchitas rosas.
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