Belén

            Ceniceros, peluches, perros que roncan, vecinos que molestan, compañeras de piso que no se van, camas que se rompen, mantas que nunca son suficientemente grandes... Besos húmedos y suaves, carnosos, cálidos, acogedores. El rosicler esférico de tus mejillas sonrientes. Palabras encadenadas. El rojo y el negro de tus labios y tu pelo. Dos carrillos como dos soles. Respiraciones encontradas, latidos acompasados. Dorada piel de oliva. Esa sonrisa irreprimible que a veces te ataca. Botellas de vino en copas de champán, frisuelos, nata. Piensa en verde. Chocolate con churros en bares de época o de recuerdos. Me gusta perderme en la negrura del caluroso bosque de tu cabellera.
            ¿Con quién sino contigo podría encontrar esa atmósfera risueña, esos silencios cómodos, ese bienestar?
            Lo mejor de tu siempre desordenado cuarto (yo ayudo a que así esté) son las vistas. La ventana da a una esquina con la plaza circular, plagada de plátanos enormes. Estos árboles tienen forma de mano sarmentosa, con muñecas fuertes y gruesas con dedos retorcidos y largos que acaban en muñón, del que salen en explosión de fuegos artificiales las ramas más pequeñas, las hojas y los frutos esféricos. Entra por esa ventana un ruido de coches que, en vez de ser desagradable, crea un sonido de fondo prácticamente continuo, al contrario que a pie de calle. Ésta se ve también desde tu cuarto, y podría estar horas mirando desde allí la vida pasar, en apariencia tranquila, sosegada y repetitiva, a tu lado.
            Los mismos árboles cuyas hojas caídas y crujientes aplastaba y cuya corteza arrancaba del tronco blanco y a cuya base trataba de escalar bajo la atenta mirada de mis abuelos. Ese parque al que acuden niños y ancianos a gozar de una tranquilidad rodeada de coches, ruido, contaminación. Tampoco puedo olvidar la anécdota que ellos me cuentan de cuando tenía cinco años, que me llevaron al parque y me escapé. Ellos se preocuparon, buscándome por todas partes, hasta que volvieron a casa para llamar a la policía y allí me encontraron, donde había vuelto solo.
            Los plátanos tienen un imagen egregia iluminados con la luz de mediodía. Echaré de menos este cuarto repleto de cosas, estas vistas, estos recuerdos... 
            Allí, bajo esas sábanas a la luz de esa ventana se fue fraguando a fuego lento nuestro amor sin locura, sin prisas, disfrutando cada momento, cada beso, cada caricia.

            Siempre llegamos tarde a cualquier cita o compromiso porque nunca es bastante el tiempo de comernos el uno al otro y estar juntos.
Muchas veces nos quedamos mirándonos a los ojos o cerrando éstos, al calor de nuestros brazos, nada más.

Difícil es tanto
Sintetizar para mí
La esencia de nuestro amor...

            Desde que te conozco, todo en mi vida se ha puesto del revés. Mi inspiración ha crecido, al igual que mis ganas de presentarme a concursos, ir a conciertos, al teatro, a museos... Veo que al fin puedo cumplir esos pequeños planes que se me ocurrían antes y que ahora podemos hacer juntos. Que sepas que me encanta meterte en mi mundo, enseñarte mi música e ir mano sobre mano a todos estos sitios.
En definitiva, desde que estoy contigo la vida es más llevadera y más ganas tengo de exprimirla. ¿La disfrutamos?



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