El cada día más tupido manto vegetal empieza a ocuparlo todo. Las flamígeras hojas de las copas incendiadas de luz solar se revuelven ante las lluvias de abril. Los parques, los jardines, las calles se llenan de exuberante clorofila, tratando de tapar el sol que aún no abrasa. Éste ha desperezado a las plantas, que viéndose desnudas empiezan a taparse. Las hojas cubren unidas sus ramas portantes, que se elevan esbeltas y torcidas hacia la luz. Un verdor vibrante, que parece moverse, pleno de vida, aparece en el menor rincón. Al mismo tiempo, algunas plantas parecen avergonzarse de sus nacientes hojas, ocultándolas tras llamativas flores de corta vida. Porque no sólo el verde está presente, sino multitud de colores que se rebelan contra la monotonía gris anterior. Las ascendentes tropas de hojas se elevan hacia el cielo al tiempo que los esféricos frutos penden de las ramas. Las lucientes palmas toman fuerza y brío con los rayos solares.
Sí, a veces me miran raro cuando me paro a hacer fotos a los árboles, pero me gustan los resultados.
Sí, a veces me miran raro cuando me paro a hacer fotos a los árboles, pero me gustan los resultados.
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