Pasan interminables
los minutos.
Suena constante
el antiguo reloj del salón.
Una tarde preciosa se muestra
tras las ventanas.
Todo el día lo han pasado
fuera: en clase, en el taller,
en la oficina...
Ahora, padres e hijos se reencuentran,
se tienen frente a frente
sentados en la mesa.
Un incómodo silencio
se cierne sobre la familia.
¿Por qué no hablan?
La causa se halla ante ellos:
el enorme rectángulo en el centro,
la pantalla
frente a la que se reúnen día a día
está negra, inanimada.
Al igual que su antena,
algo falla en esta sociedad.
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