Hace tiempo que tus labios
besaron los míos.
Hace tiempo que los míos
quedaron parados en un largo beso,
encerrando tu nariz.
Hace tiempo que tus ojos se cerraron.
Tu respiración cambió en un instante,
se hizo más pautada, cálida.
Tu abrazo se hizo más profundo.
La luz matutina roza tus esféricas mejillas
y se refleja en tu cabello.
Aún recuerdo tu aliento
en mi oído;
tu saliva
en mi cuello;
el brillo de tu mirada
en mis ojos;
tus manos
acariciando mi cuerpo;
tu pelo
cosquilleándome;
tu risa
en mi cara.
A veces,
cuando duermes,
encoges una mano,
una pierna, la cabeza,
y tus párpados de papiro se arrugan.
¿Qué soñarás?
¿Me atreveré a besar
tu boca de rubí?
Aunque no quiero despertarte,
paseo mi dedo por tu
dorada piel de oliva.
Pasaría horas mirándote,
vigilándote dormir,
escribiéndote,
si no fuera porque de verte,
del calor que tu cuerpo desprende,
acabo dormiéndome yo también.
¡Es tan fina la línea
entre el sueño y la vigilia!
Y qué plácido tu gesto soñador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario