Hoy regreso.
Donde reposan las perpetuas nieves,
en las más altas cimas,
sobre las más recónditas e impenetrables cumbres rocosas,
yacen enterrados
los recuerdos de esta experiencia.
Permanecen en mi retina las
imágenes de hace apenas unas horas.
Caminar por las solitarias calles nocturnas,
comer la última focaccia,
bañarnos en la fuente de Ferrari,
cerrar la maleta y la puerta de la casa,
el último beso y un hasta pronto subiendo al autobús...
Y ahora, subido en este autobús alado, contemplo por la ventanilla la silueta de la ciudad que me ha acogido estos diez meses e intento pensar con claridad tras una noche de fiesta, despedida y poco sueño. Muchos serán los próximos aviones que coja tras esta etapa, pero los primeros por mi cuenta, cuando me tiré a la piscina en busca de agua, quedan aquí. ¡Y cuántas maravillas sumergidas he encontrado!
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