Investigando entre mis notas ha aparecido un poema casi completo que he terminado de coser más de dos años después.
Pensaba yo
en cómo debía escribir.
Tal vez
mi interés por la naturaleza me
hizo olvidar el contenido.
Escribía mucho, pero me faltaba algo.
Recordaba de Juan Ramón Jiménez
el poema
en que analizaba su poesía;
su poesía vestida de ricos ropajes que
acabó desnuda.
Cuando cambiaba
mi forma de escribir,
no necesitaba reflexión, salía solo.
Entonces me empapaba de cuanto leía.
Ahora...
Me gusta escribir.
La lectura me inspiraba antes;
ahora las musas se esconden en
cualquier cosa,
por pequeña que sea.
Las sensaciones,
los momentos eran muy importantes,
y apenas cambiaba comas
cuando revisaba lo escrito por inspiración.
¡Como aquellos locos románticos!
Ahora he retomado el verso
para obligarme a sintetizar, pues
en la sencillez reside la elegancia.
Y, al final, lo conseguí. He sacado lo mejor de lo que escribía antes y lo he renovado, lo he ampliado, le he dejado volar sin ambages ni obstáculos, libre y fluido, sobre todo gracias al verso. Esos versos sin concierto ni orden.
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