La indiferencia se apodera de mí, matando todo sentimiento. La apatía vence a la emoción, el ánimo al desánimo, la vitalidad al cansancio. Sí, eso es, cansancio. Estoy muy cansado. De nuevo empieza la busca de algo incierto, desconocido; pero no tengo fuerzas. La vida sigue su curso, mas parece que me he convertido en mero espectador.
Me siento como en una ciudad desconocida, como en una casa que no es mía. Me choco siempre con los mismos muebles, aunque intente cambiarlos de sitio. Todo sigue igual, pero Todo ha cambiado tanto... Sólo encuentro desahogo en estas líneas. Las mismas que no me dejan dormir tranquilo, pues no están acabadas. Nunca están acabadas. Queda mucho ahogo por desahogar. Lo peor de todo es que te escribo más de lo que te hablo. Tal vez por hablarnos tanto antes te escribo tanto ahora que quedé solo. Algo de mi corazón se fue contigo, y sólo una parte de ese algo quedó en mi cabeza como recuerdo. Una inmensidad azul me rodea, me aturde, me pierde. Me dejo llevar por la corriente como una hoja recién caída; o, mejor, como un árbol recién talado.
Lo sé, debo contenerme. Debo mantener la calma. Debo controlarme en público. El primer día no estaba para nadie y se notó. Ahora parece que lo llevo mejor; y digo parece porque siempre hay momentos vacíos, huecos como éste en que de sólo pensarte se me encoge el pecho y se me hace difícil respirar. Pero debo contenerme. Tengo mucho que hacer y tan pocos ánimos... Muchas veces intento concentrarme y ni puedo. Necesito, debo, me exijo concentrarme y no puedo.
Me rehuye hasta mi sombra.
Conforme pasan los días, el recuerdo de aquello que perdí se difumina. Pasa inexorablemente el tiempo, y el recuerdo de aquellos días y aquella dicha se vuelve más vano. Ya no hay dolor, sólo una sensación extraña, de vacío. Me quedo pensando en que me falta algo para acabar este día y no consigo averiguar qué. Algo me falta. Puede que me falte sonreír. Además, algo espero; espero algo que nunca llega. Tal vez tus buenas noches antes de acostarme. Tal vez por eso me cuesta dormir tanto, por eso que nunca llega. Así, reflexionando, llega un momento en que, cansado, cierro los ojos. Ya no me acuesto con tanta alegría como hace tan sólo unos días. Se me han escapado los ánimos. ¿Qué me falta? ¿Tal vez soñar? ¿Creer fuertemente en algo? ¿Poder hablar con alguien que me entienda? ¿Acaso fue cierto todo aquello que de vez en cuando asalta mi cabeza y me aturde? ¿Toda esa dicha? Todo me hace pensar que fue un sueño. Fue tan bonito, fui tan feliz con tan poco... Abro los ojos como queriendo buscar algo, pero la luz está apagada y no encuentro nada... Tal vez sólo espero a que vuelva a mandar la razón sobre mi corazón, volver a la normalidad, a la cordura, a la rutina, a la maldita rutina; hasta la próxima. Así, día tras día; noche tras noche. Algo...algo me falta. Ese algo me inquieta, ese algo me incomoda. Me quita el sueño. Me trastorna. La misma idea me vuelve una y otra vez, y no consigo calmarme. Para cuando creo saber qué es, cansado, como todos los días cansado, me duermo.
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