confeccionados de tal forma,
cuidando tanto las palabras que contienen, su
sonoridad, lo que describen y
lo que no, lo que insinúan y lo que
definen con claridad,
que la mejor y más placentera manera de leerlos es
en la intimidad de uno consigo mismo,
en la tranquilidad de un cuarto sin
distracción alguna;
pero, al mismo tiempo,
están escritos de tal manera que
una vez que empiezas, te zambulles en ellos y
te adentras en sus versos hasta
olvidar todo cuanto a tu alrededor está, y
pasáis a ser únicamente el libro entre tus manos
y tú, en la inmensidad del mundo que
siempre es menor y, tal vez, menos interesante, que
el que te abren esas palabras impresas en esas páginas
que devoras con la mirada.
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Escasas palabras
de lo más profundo de la tierra extraídas,
raras piedras preciosas recogidas
de los más hermosos prados
donde los ríos fluyen con versos alados
y del suelo brotan los más profundos sentimientos
y de los árboles penden los más deliciosos frutos,
áureo regalo de la vida y la naturaleza,
son éstas. Palabras
recogidas en los momentos de los días y las noches donde,
cuando se tiene el privilegio de vivirlos,
por todas partes disparan fuegos artificiales,
color,
vitalidad;
es la creatividad que invade cuerpo y mente
en los momentos más lúcidos y verdaderos de
la vida del poeta.
Éste te abre las puertas y ventanas,
sube las cortinas y descorre el telón,
y te invita a abrirte a ellas, las palabras,
que te conducirán como barco surca el tranquilo océano en
la inmensidad de la poesía.
Disfruta y que tus ojos fluyan de
verso en
verso.
El viaje comienza ahora.
Lectores al tren.
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