Me he despertado como en un barco
navegando solo en la noche.
Traspasando hielo e icebergs bajo la helada bóveda celeste.
Las estrellas
navegando solo en la noche.
Traspasando hielo e icebergs bajo la helada bóveda celeste.
Las estrellas
parecían más lejanas que nunca
y todo estaba calmo y en un profundo silencio.
La inmensidad del océano hacía ridícula a la nave.
Tan sólo la estela que marcaba un surco de
olas burbujeantes
evidenciaba el movimiento.
Me he despertado con varios nudos marineros
en el cuello y el corazón,
que los oprimían y machucaban.
No había en el cielo Luna para rielar en la mar
ni para iluminar mi cara somnolienta.
¿Por qué esta melancolía?
¿A qué esta desazón?
Tal vez me faltan unos brazos que me acojan
y me inunden en su calor.
Si sintiera su pecho contra el mío y
su piel tocara la mía,
entonces sí,
entonces dormiría tranquilo y dichoso,
La inmensidad del océano hacía ridícula a la nave.
Tan sólo la estela que marcaba un surco de
olas burbujeantes
evidenciaba el movimiento.
Me he despertado con varios nudos marineros
en el cuello y el corazón,
que los oprimían y machucaban.
No había en el cielo Luna para rielar en la mar
ni para iluminar mi cara somnolienta.
¿Por qué esta melancolía?
¿A qué esta desazón?
Tal vez me faltan unos brazos que me acojan
y me inunden en su calor.
Si sintiera su pecho contra el mío y
su piel tocara la mía,
entonces sí,
entonces dormiría tranquilo y dichoso,
y mi corazón se libraría de este nudo para expandirse
como una vela viento en popa.
Este barco cuya derrota desconozco
sería más acogedor con ella, y no importaría
si nos dejara en lugares recónditos
o sencillamente flotase por siempre entre estas gélidas latitudes.
Sólo puedo esperar hasta que vuelva a sumergirme en su calidez
y consolarme sabiendo que
esos brazos también desean los míos
y que, aunque lejos,
su corazón palpita al mismo compás que el mío.
Este barco cuya derrota desconozco
sería más acogedor con ella, y no importaría
si nos dejara en lugares recónditos
o sencillamente flotase por siempre entre estas gélidas latitudes.
Sólo puedo esperar hasta que vuelva a sumergirme en su calidez
y consolarme sabiendo que
esos brazos también desean los míos
y que, aunque lejos,
su corazón palpita al mismo compás que el mío.
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