Desperté desazonado,
en mis pulmones viciado el aire,
en mis paredes las huellas de la noche,
y salí apresurado a la calle, donde
rutilaba el sol. Anduve perdido,
callejeé,
zascandileé,
sin tener un motivo; tampoco un destino.
He llegado al fin a las rocas en la memoria
donde el ocaso se confundió con la bruma y las olas,
el rumor de la música, las risas y abrazos.
Y ahora, bajo este
paraguas sin tela,
sigo buscando en los bolsillos
los objetos perdidos del ayer,
haciéndome nuevamente preguntas sin respuesta,
saboreando el agridulce humo
de los recuerdos.
Y mientras pensativo permanezco sentado
entre añoranzas y viejas ilusiones,
se borran lentamente los lazos con el pasado,
las voces se apagan,
las risas se congelan
y cae sobre mí la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario