Pregón de santa Mónica 2025

¿Cómo estamos Casasolaaaa?

No sé si estoy yo sordo, que desde aquí arriba no se oye bien o qué. Lo voy a preguntar otra vez.

¿Cómo estamos Casasolaaaa?

Os noto con ganas de que empiece santa Mónica. Muy bien, así me gusta. Como lo único que nos separa a todos ahora mismo de que empiecen las fiestas y de que la charanga nos lleve al teleclub a zampar es lo que os tengo que contar, voy a ser breve. Porque, como diría un amigo mío, lo bueno, si bebes, dos veces bueno. 


Bueno, yo lo que quería hoy era haceros una pregunta. Si yo ahora os pregunto que si sois ricos, ¿alguno me diría que sí? ¿Quién de aquí se considera rico? Y no me refiero al apellido...

Pues que sepáis que todos nosotros somos ricos porque tenemos un tesoro. ¿Sabéis cuál? Este pueblo. Estoy convencido de que, quien tiene un pueblo, tiene un tesoro. Así que voy a intentar convenceros de por qué todos nosotros somos ricos.


Voy a empezar contándoos la historia de una chica que conocí hace unos años en Valencia. Era de mi grupo de amigos, y normalmente nos movíamos por la ciudad con las típicas bicis de alquiler. El caso es que cuando venía esta chica no podíamos coger la bici. ¿Y sabéis por qué? Porque nunca aprendió a montar. Eso para cualquiera que haya pasado un par de veranos en el pueblo es impensable.

Yo jamás olvidaré cuando llegaba a mi casa cada año y mi abuelo Rufino, que muchos aquí tuvisteis la suerte de conocer, se sentaba en un taburete de madera y empezaba a poner mi bici a punto. Yo ya me sentía afortunado por haber tenido a mi abuelo enseñándome a montar en bici por estos caminos y carreteras; pero después de conocer a esta chica en Valencia fui consciente de que la vida me había regalado un tesoro.


Además, ser de este pueblo fomenta la imaginación: tenemos una ermita de la que sólo queda una cruz, un hospital que apenas mantiene una tapia y una placa y hasta una laguna de la que sólo queda el nombre.

Tal vez por eso es que a mí personalmente, y estoy seguro de que no soy el único, nuestro pueblo me ha servido siempre de inspiración. No por nada fue aquí, hace casi 20 años, cuando empecé a escribir mis primeros cuentos y relatos. Y desde entonces no he parado. Incluso hay quien tiene miedo de lo que dice delante de mí por si sale en alguna novela…

¿Sabéis? No es casualidad que todos los personajes de mi universo literario vengan de un imaginario pueblo castellano que algunos ya conoceréis: Villafranca del Mentidero. ¿Por qué? Porque creo que los que tenemos pueblo tenemos mucha más historia detrás que los que no han tenido la suerte de tenerlo, y tenemos una forma de ver el mundo menos urbanita y, por tanto, más cercana a la realidad. Y también, de alguna manera, más humana.


Porque en el pueblo la vida es más sana, sin tanto estrés constante, sin tanta contaminación, sin tanto individualismo. Mismamente yo en mi piso de Valladolid llevo viviendo dos años y aún no me sé el nombre de ningún vecino.

En Casasola vivimos una tranquilidad que los que nos vamos echaremos en falta todo el año. Aquí los paseos se cargan con el sonido de las cigarras, las golondrinas o los gorriones. ¿Quién de aquí no se ha sentido feliz dando un paseo nocturno en verano, de camino al puente de san Román y viendo todo el cielo estrellado sobre su cabeza? ¿O subiendo a la cuesta y viendo esas magníficas vistas con el pueblo a los pies?

Esa tranquilidad es parte de nuestro tesoro. Bueno, menos en Santa Mónica, que tranquilidad poca, claro… Lo siento, vecinos de todo el pueblo, esta misma tarde se acaba la paz durante cuatro días.


Aunque, para tranquilidad la de los padres, que pueden traer a sus hijos para que salgan a jugar solos y a descubrir el pueblo y sus alrededores con sus amigos. ¿Qué mayor libertad pueden tener? El problema es que después hay que volver a la ciudad y vuelven hechos unos salvajes…

Casasola es el paraíso para los más pequeños. Hasta el día del niño es un gran acontecimiento, con los hinchables, el toro mecánico, la fiesta de la espuma… ¡hasta tenemos un tren turístico por un día!


Si todavía dudáis de si sois ricos, ¿qué me decís de la pista, la envidia de la comarca? Una plaza que tiene parque, merendero, columpios, terraza… Muy mal te tiene que quedar la paella para que no la disfrutes bajo la sombra de nuestras espléndidas moreras.


Será por riqueza, ¡pero si hasta tenemos un léxico propio! Entoñar, espalancar, andar agudo, cucear, enratarse, sieso, morugo, rodea o rodilla. Y la que a mí más me gusta: galgo. Por aquí conozco a unos cuantos galgos...


Y, por supuesto, tenemos nuestras fiestas. Unas fiestas pequeñas pero intensas, que sabemos disfrutar en compañía, aunque tal vez no tanta moderación como deberíamos.

Incluso somos afortunados por poder disfrutar de nuestras peñas, de nuestros locales que con tanta amabilidad nos dejan el tío, el abuelo o el padre de alguien. Por si alguno no está enterado, la mayoría de los pueblos no tienen locales así. Con suerte hay un par de peñas tradicionales y el resto se están asando en una caseta de obra. Así que no minusvaloréis nunca todo lo que tenemos gracias a este pueblo.

Y ¿qué me decís de esa emoción que se siente cuando entras a esta plaza un día como hoy, con toda tu peña, estrenando camiseta nueva?

Puede que el presupuesto ya no dé para fuegos artificiales como hace unos años, pero seguimos teniendo nuestras peñas que se abren para ofrecer a todo el pueblo unos vinos, unos refrescos, unas patatas o unas aceitunas.


Pero, sobre todo, la mayor riqueza que compartimos todos nosotros es ser parte de esta comunidad llamada Casasola de Arión, donde todos nos conocemos, y si no ya se conocerán nuestros padres o abuelos.

Seremos pocos, pero todos somos muy variados. Formar parte de esta comunidad implica hablar, conocer, incluso entablar amistad con personas de toda clase, edad, ideología o condición con los que, de otro modo, no hablaríamos jamás. Y eso, queridos amigos, familiares y vecinos, nos hace mucho más ricos de lo que imaginamos. Nos hace más tolerantes, más comprensivos y nos da una visión del mundo que, si no saliéramos de nuestro círculo habitual, no tendríamos. Y si no nos entendemos con alguno, la pista es muy grande y cabemos todos, como dice mi padre.

Pero no sólo eso. Aquí podemos estar seguros de que cualquier cosa que nos pase a nosotros o a nuestros familiares se va a saber pronto en todo el pueblo y cualquiera va a venir a echarnos una mano.

En el pueblo no vamos únicamente a hacer la compra como en un supermercado: aquí compramos y charlamos con Otilia, Cristina, Falito o con la gente que está haciendo la cola.

Y lo mismo pasa con la piscina: bañarse es sólo una excusa para disfrutar de ese césped maravilloso y echar unas cartas o unas cervezas con la compañía de amigos, familiares y conocidos.

Ser casasolino, de sangre o de adopción, también es ser parte de una historia popular que se remonta hasta donde las memorias de nuestros vecinos recuerdan. ¡Cuántas historias nos han transmitido nuestros mayores que hablan de nosotros mismos! Y no me refiero sólo a aventadoras, que también…

Lo queramos o no, Casasola de Arión forma parte de nuestra identidad, tanto individual como colectiva, y siempre formará parte de nosotros. Siempre seremos de Casasola, así como siempre seremos el hijo menganito o el nieto de fulanita.


Y desde aquí arriba no quiero perder la oportunidad de agradecer a algunos, que no todos, de los que hacen posible esta comunidad tan pequeña en número pero tan grande en espíritu.

Gracias a Falito y a las benditas manos que tiene por hacer esos pasteles, esas empanadas y esas tartas de manzana.

Gracias al de bar por aguantarnos.

Gracias a los que cogen la piscina todos los años y a nuestros socorristas.

Gracias a nuestros reporteros de Facebook por ponernos al día de lo que pasa en el pueblo.

Gracias a Carlos y a la asociación don de Gentes por darle a este pueblo la vidilla que se merece.

Las peñas, gracias por darle vida estás fiestas, por servirnos los cubatas y abrirnos siempre las puertas.

Gracias a la Dime +.

Gracias a la Pórvora.

Gracias a la Adventus.

Gracias a la Ceda el Vaso.

Gracias al Naipe.

Gracias al Boom.

Gracias a Los que faltaban.

Gracias a la Abrazamozas.

Gracias a la Fonda.

Gracias al Azotazo.

Gracias a la y Punto.

Gracias a la Jarana.

Gracias al Pilón.

Gracias a Los Intrusos.

Gracias a la Litro a Litro.

Y, por supuesto, gracias a La Soga.

Y, en definitiva, gracias a todos y cada uno de vosotros por aguantar este sermón y por ser parte de esta comunidad llamada Casasola de Arión.

Después de lo que os acabo de decir, os lo voy a volver a preguntar. ¿Cuántos de aquí somos ricos?


Así que yo me callo ya, y que empiecen las fiestas. ¡Viva Casasola! ¡Viva santa Mónica!

 

Puedes ver el momento del pregón en este vídeo de Youtube, cortesía de Simón Martínez Martín:

 https://youtu.be/Fb0DqNHB0WM 





 

 

Sí, quiero

En este momento tan especial,

tan dichoso,

bajo la luz de este hermoso día

que brillará por siempre en nuestros corazones,

en este maravilloso instante en que

el amor de mi vida y yo nos unimos en matrimonio por fin,

de alguna manera siento

que este día ya ha pasado tiempo atrás,

y que tú y yo estamos unidos

desde siempre.

Desde hace tanto tiempo que

ni tú ni yo nos habíamos conocido todavía.

Porque ya estábamos hechos el uno para el otro.

Sólo era cuestión de coincidir,

que nuestros caminos se juntaran,

como dos arroyuelos que discurrían enérgicos en el valle de la vida,

para formar un gran río y no separarse jamás

hasta llegar al mar, que es la muerte.

Y ahora que tomo tu mano en mi mano

digo con orgullo y felicidad

que todo lo vivido no es más que el preludio

de todo lo que nos espera.

Después de unirnos,

después de responder esa pregunta que tanto anhelo,

por fin podré decir que eres mi esposa

y yo soy tu marido.

Y si me tiembla la voz no es por la duda,

es por la emoción.

La respuesta lleva tiempo tomada

y tal parece que sea el destino quien

habla por mi boca.

Porque eres el amor de mi vida.

Porque no me imagino vivir si no es contigo.

Porque sé que eres tú.

Por eso digo sí.

Sí, quiero casarme contigo,

quiero construir una familia contigo,

unirnos y apoyarnos tanto en la salud como en la enfermedad,

pasar el resto de mis días a tu lado.

Sí, amor, la respuesta está clara.

Sí quiero casarme contigo.

 







 

Carta literaria

 

 

Querido lector,

¿alguna vez te ha pasado que, navegando por Internet, te has encontrado con un texto interesante (ya fuera una noticia, una entrada de un blog o una poesía) y has pensado «qué interesante, luego lo leo», y ese luego no llegó nunca? A mí me pasa continuamente, por más que intente impedirlo, y así es como mi navegador, tanto el del móvil como el del ordenador, está a rebosar de ventanas con textos que seguramente nunca leeré.

No sé a ti, pero a mí me resulta un poco frustrante, y es un signo de nuestra época: si alguien nos pregunta por el contenido de ese texto, tendremos una ligera noción de lo que trata (habremos leído el título, tal vez los mensajes destacados o «santos», como se llamaban antiguamente), y aun así no conoceremos el tema más que de una forma superficial. Así ocurre normalmente con todos los acontecimientos hoy día, pues tenemos la sensación de que pasan muchas cosas a nuestro alrededor, las modas o tendencias se suceden a un ritmo vertiginoso, pero sentimos que «no tenemos tiempo» para profundizar en nada de ello. De este modo, la famosa lectura en diagonal se ha convertido en la norma, lo que muchas veces favorece la desinformación.

Te haré otra pregunta. ¿Alguna vez has sentido que lo digital tiene «menos valor» que lo físico? ¿Que lo tangible te emociona más? No hablo ya de cosas tan evidentes como la diferencia entre asistir personalmente a un evento o verlo retransmitido en una pantalla, con los posibles fallos de conexión o interrupciones publicitarias. Si alguna vez has hecho un curso digital comprenderás de lo que hablo.

Te pondré otro ejemplo: la moda por los discos de vinilo. Para mucha gente, tener acceso ilimitado a todo tipo de música desde un dispositivo electrónico ha hecho que se pierda la magia de seleccionar un disco concreto, observar su portada y colocarlo en un tocadiscos para escucharlo.

¿Qué decir de la lectura? Por más que podamos descargar miles de libros en formato electrónico y leerlos en el ordenador, el móvil o la tableta, el hecho de estar conectados a Internet dificulta la lectura profunda, ya que en el momento menos pensado puede llegarnos una notificación que nos desconcentre. La cantidad de contenido que encontramos en línea es tan grande, la información que recibimos diariamente nos bombardea de una manera tan intensa, que el valor o las ideas de muchos textos se desvanece por completo.

Por paradójico que nos pueda resultar, lo electrónico ha perdido mucho valor de comunicación. Ya no se siente igual recibir un boletín electrónico o newsletter cuando nuestro buzón está atestado de correos promocionales, laborales o administrativos.

Por todo ello, se me ha ocurrido hacerte llegar mis letras de una nueva forma, o tal vez no tan nueva: una carta postal. ¿Cuándo fue la última vez que recogiste un sobre manuscrito del buzón? ¿Hace cuánto que no abres esa puertecilla con impaciencia, esperando la llegada de una carta especial? ¿Recuerdas la ilusión de tener entre tus manos la carta de un amigo? Al igual que escuchar música en discos de vinilo, no es comparable recibir un mensaje de chat o de correo con abrir la carta que esa persona ha escrito para ti, la ha metido en un sobre, sellado y llevado a un buzón.

¿Qué me dices? ¿Te gustaría recibir una carta mía al mes? Si te animas, te enviaré un resumen con novedades como ferias, presentaciones o ediciones de nuevos libros, así como un relato, un poema o algún texto de mi blog que tal vez no conozcas. Sólo te costará 3 euros, el precio de una jarra de cerveza, para cubrir los gastos de envío y darme un pequeño apoyo para seguir desarrollando mi pasión por la escritura.

Si estás interesado, te invito a rellenar este formulario o, si lo prefieres, mandarme un mensaje con tu dirección, y a principios del mes que viene te haré llegar tu carta literaria.

Enlace al formulario

Y, ahora, me despido de una manera bien epistolar.

Afectuosamente,

Sergio.


Carta a mi abuelo

6 de octubre de 2024



Querido abuelo,


como me pasa todos los años desde el día en que te fuiste, un sexto sentido me avisa cuando esta fecha se acerca. Parecería lo más lógico que, pasados ya seis años desde entonces, te pensara y te extrañara un poco menos. Pero lo cierto es que no es así. Rara vez pasan más de dos días sin que aparezcas por mi cabeza. Con el tiempo lo pienso menos, ya está muy aceptado que no estás; sin embargo, queda tanto de ti que parece una fuente inagotable. Son muchas las situaciones que me llevan a volver a ciertos momentos bellos que viví contigo o que me recuerdan alguna enseñanza o consejo tuyo.

Una de las cosas que siempre he admirado de ti es la curiosidad infinita que tuviste hasta el final de tus días. Cualquier cosa valía: la segunda guerra mundial, las plazas mayores de España, la ley de propiedad horizontal, cómo cuidarse después de un infarto al corazón... Y, por supuesto, no podía faltar el periódico de los domingos (que venía con esa revista que a mí me gustaba leer). Tus ideas y conocimientos podían no estar completamente actualizados, después de más de noventa años de venir a un mundo completamente diferente al nuestro; pero tú querías estar siempre al día de todo lo que pasaba. Por eso, las noticias (el parte) eran sagradas en la tele.

Desde que nací, día a día, año tras año, me has inculcado esa vitalidad y esa curiosidad sin fin. Hoy quiero agradecértelo ofreciéndote algo de lo que mejor sé hacer. Este libro va dedicado a ti. Porque está plagado de curiosidad, de ganas de aprender y de luchar.

Tal vez esta carta, esta dedicatoria, no sean más que una expresión de mi lucha contra el olvido. Los años pasan y el eco de tu voz se va desvaneciendo. Sin embargo, recordar esta fecha, pensarte tanto incluso sin pensarte, me confirman que sigues aquí conmigo.

Hay quien dice que uno no muere del todo hasta que se pierde por completo el más mínimo recuerdo de él, que se diluye para siempre en las penumbras del olvido. Eso me reconforta, porque sé que mientras yo viva tú vivirás también. Porque sé que siempre estarás conmigo.


Te quiero, abuelo. 

Hasta siempre.

 

 

 


Miedo en tu mirada

Sé que tu mirada oculta

muchos miedos.

Miedo a fallar,

a hacer el ridículo,

a quedarte solo.

Miedo a no ser suficiente,

a pensar diferente,

a salirte del redil;

miedo a quejarte en alto,

a reclamar,

a luchar.

Miedo a volver al paro,

miedo a que el dinero deje de entrar en casa.

También oculta incredulidad,

que es miedo a creer,

seguro que por tu propia experiencia.

Liarte la manta a la cabeza y pelear tú solo sería una locura,

los dos lo sabemos.

No, amigo, no estás solo;

todos tenemos tus mismos miedos.

Pero también sé que en tus ojos

una pequeña llama brilla cuando

por un instante piensas en lo que te digo.

Y es en ese momento, breve,

mutilado por tus temores, que son

los nuestros, los de

todos los explotados de

todo el mundo y de

toda época,

es entonces cuando lo ves.

Sí, en el fondo lo sabes.

Ese mundo es posible y necesario.

Y seremos nosotros quienes lo construyamos. Pero,

primero,

debemos tumbar los miedos que nos atan

antes de romper las cadenas que nos oprimen.

Dame la mano, compañero, y

comencemos desde el principio

nuestro futuro.

Elegía a un amigo

Desde lo más hondo de mi pecho siento una gran pena,

pues dentro de él mi corazón se ha roto.

En él, una pieza pequeña pero especial,

de pura luz y alegría,

acaba de fragmentarse;

y ya perdió toda la vida,

y ya perdió todo el color.

Y es ese gran dolor que dentro de mí anida

el que a escribirte me obliga

estos versos de amargor.

No es por ti que lleno mi copa

del sanguíneo licor,

no es por ti

que entre sollozos salí

de mi casa

para comprar este vino italiano.

No es por ti, no, que alzo el vaso

sin esperar un brindis. Es por mí

y por el recuerdo que de ti guardo;

es por todos esos momentos inolvidables en los que

compartimos una botella;

es para inundar esta muda congoja que me atormenta.

Y mientras su contenido bebo, revivo en mi memoria

esos recuerdos, esas historias,

que en esa pieza de mi corazón guardaba.

Hasta siempre, Carlos, en mi corazón queda

la fracturada pieza

donde nuestros recuerdos guardo.

Y si me faltan energías,

pensaré «pilas, pilas, pilas»;

y si me falta el arrojo,

recordaré tu historia de aplomo.

Te quiero, papi.

 






 

Progreso

El progreso hasta hoy ha sido tal que

nos permite una vida

que ya quisieran todos los poderosos antiguos.

Cuando tenemos sed,

no hay más que abrir el grifo y beber.

Cuando tenemos frío,

buenas son mantas, calefactores o calefacciones;

mientras que antaño casi todos dormían con frío.

Si la enfermedad nos aflige,

el conocimiento del cuerpo humano y la medicina,

así como los sistemas sanitarios,

tienen preparado un abanico de soluciones

completamente inimaginables para nuestros antepasados medievales,

quienes tenían prohibida incluso la disección.

La higiene, la vacunación general, los controles médicos...

todos ellos mantienen vidas que antiguamente no tendrían salvación.

En nuestra mesa puede haber

una variedad de comida y bebida que

haría envidiar al más rico sultán.

A nuestro alcance hay

decenas de miles de mundos encriptados

mediante ese gran invento, el alfabeto escrito, y que

los más poderosos reyes, como 

Carlomagno, eran incapaces de comprender;

también la literatura nos permite

formar un pensamiento crítico,

así como viajar

sin movernos de nuestro cuarto.

Mas, si de viajar se trata,

autovías, carreteras, caminos, puentes,

puertos y aeropuertos,

trenes, buses y aviones:

las combinaciones seguras y económicas son enormes;

tenemos documentales, tenemos libros.

¡Y pensar que hace dos siglos la mayoría tenía prohibido

mudarse!

¡Y cuánta gente no conoce aún el mar!

La extensión de las matemáticas es

otro gran logro que celebrar,

pues emperadores hubo que ni sumar supieron.

¿Qué decir de la música?

Tomar asiento y disfrutar

de un gran número de instrumentos coordinados,

como ningún poderoso patricio pudo jamás soñar.

Los museos atesoran obras que

pueden abrirnos la mente

y que sólo los ricos podían poseer.

Cualquier sistema postal imperial

es patético frente a la velocidad en que enviamos

y recibimos

los mensajes más absurdos,

las noticias más relevantes...

Las posibilidades son inmensas.

Jamás tuvimos tantas herramientas tan bien engrasadas,

ni la capacidad que tenemos para multiplicarlas,

expandirlas,

aprender a usarlas.

Mas no cabe únicamente mirar al pasado y

comparar con el presente;

debemos mirar al futuro.

Queda mucho por hacer, sí;

mucho que avanzar y,

sobre todo,

muchas vidas que transformar.

Y eso comienza

valorando lo que hasta hoy hemos conseguido.