¿Cómo estamos Casasolaaaa?
No sé si estoy yo sordo, que desde aquí arriba no se oye bien o qué. Lo voy a preguntar otra vez.
¿Cómo estamos Casasolaaaa?
Os noto con ganas de que empiece santa Mónica. Muy bien, así me gusta. Como lo único que nos separa a todos ahora mismo de que empiecen las fiestas y de que la charanga nos lleve al teleclub a zampar es lo que os tengo que contar, voy a ser breve. Porque, como diría un amigo mío, lo bueno, si bebes, dos veces bueno.
Bueno, yo lo que quería hoy era haceros una pregunta. Si yo ahora os pregunto que si sois ricos, ¿alguno me diría que sí? ¿Quién de aquí se considera rico? Y no me refiero al apellido...
Pues que sepáis que todos nosotros somos ricos porque tenemos un tesoro. ¿Sabéis cuál? Este pueblo. Estoy convencido de que, quien tiene un pueblo, tiene un tesoro. Así que voy a intentar convenceros de por qué todos nosotros somos ricos.
Voy a empezar contándoos la historia de una chica que conocí hace unos años en Valencia. Era de mi grupo de amigos, y normalmente nos movíamos por la ciudad con las típicas bicis de alquiler. El caso es que cuando venía esta chica no podíamos coger la bici. ¿Y sabéis por qué? Porque nunca aprendió a montar. Eso para cualquiera que haya pasado un par de veranos en el pueblo es impensable.
Yo jamás olvidaré cuando llegaba a mi casa cada año y mi abuelo Rufino, que muchos aquí tuvisteis la suerte de conocer, se sentaba en un taburete de madera y empezaba a poner mi bici a punto. Yo ya me sentía afortunado por haber tenido a mi abuelo enseñándome a montar en bici por estos caminos y carreteras; pero después de conocer a esta chica en Valencia fui consciente de que la vida me había regalado un tesoro.
Además, ser de este pueblo fomenta la imaginación: tenemos una ermita de la que sólo queda una cruz, un hospital que apenas mantiene una tapia y una placa y hasta una laguna de la que sólo queda el nombre.
Tal vez por eso es que a mí personalmente, y estoy seguro de que no soy el único, nuestro pueblo me ha servido siempre de inspiración. No por nada fue aquí, hace casi 20 años, cuando empecé a escribir mis primeros cuentos y relatos. Y desde entonces no he parado. Incluso hay quien tiene miedo de lo que dice delante de mí por si sale en alguna novela…
¿Sabéis? No es casualidad que todos los personajes de mi universo literario vengan de un imaginario pueblo castellano que algunos ya conoceréis: Villafranca del Mentidero. ¿Por qué? Porque creo que los que tenemos pueblo tenemos mucha más historia detrás que los que no han tenido la suerte de tenerlo, y tenemos una forma de ver el mundo menos urbanita y, por tanto, más cercana a la realidad. Y también, de alguna manera, más humana.
Porque en el pueblo la vida es más sana, sin tanto estrés constante, sin tanta contaminación, sin tanto individualismo. Mismamente yo en mi piso de Valladolid llevo viviendo dos años y aún no me sé el nombre de ningún vecino.
En Casasola vivimos una tranquilidad que los que nos vamos echaremos en falta todo el año. Aquí los paseos se cargan con el sonido de las cigarras, las golondrinas o los gorriones. ¿Quién de aquí no se ha sentido feliz dando un paseo nocturno en verano, de camino al puente de san Román y viendo todo el cielo estrellado sobre su cabeza? ¿O subiendo a la cuesta y viendo esas magníficas vistas con el pueblo a los pies?
Esa tranquilidad es parte de nuestro tesoro. Bueno, menos en Santa Mónica, que tranquilidad poca, claro… Lo siento, vecinos de todo el pueblo, esta misma tarde se acaba la paz durante cuatro días.
Aunque, para tranquilidad la de los padres, que pueden traer a sus hijos para que salgan a jugar solos y a descubrir el pueblo y sus alrededores con sus amigos. ¿Qué mayor libertad pueden tener? El problema es que después hay que volver a la ciudad y vuelven hechos unos salvajes…
Casasola es el paraíso para los más pequeños. Hasta el día del niño es un gran acontecimiento, con los hinchables, el toro mecánico, la fiesta de la espuma… ¡hasta tenemos un tren turístico por un día!
Si todavía dudáis de si sois ricos, ¿qué me decís de la pista, la envidia de la comarca? Una plaza que tiene parque, merendero, columpios, terraza… Muy mal te tiene que quedar la paella para que no la disfrutes bajo la sombra de nuestras espléndidas moreras.
Será por riqueza, ¡pero si hasta tenemos un léxico propio! Entoñar, espalancar, andar agudo, cucear, enratarse, sieso, morugo, rodea o rodilla. Y la que a mí más me gusta: galgo. Por aquí conozco a unos cuantos galgos...
Y, por supuesto, tenemos nuestras fiestas. Unas fiestas pequeñas pero intensas, que sabemos disfrutar en compañía, aunque tal vez no tanta moderación como deberíamos.
Incluso somos afortunados por poder disfrutar de nuestras peñas, de nuestros locales que con tanta amabilidad nos dejan el tío, el abuelo o el padre de alguien. Por si alguno no está enterado, la mayoría de los pueblos no tienen locales así. Con suerte hay un par de peñas tradicionales y el resto se están asando en una caseta de obra. Así que no minusvaloréis nunca todo lo que tenemos gracias a este pueblo.
Y ¿qué me decís de esa emoción que se siente cuando entras a esta plaza un día como hoy, con toda tu peña, estrenando camiseta nueva?
Puede que el presupuesto ya no dé para fuegos artificiales como hace unos años, pero seguimos teniendo nuestras peñas que se abren para ofrecer a todo el pueblo unos vinos, unos refrescos, unas patatas o unas aceitunas.
Pero, sobre todo, la mayor riqueza que compartimos todos nosotros es ser parte de esta comunidad llamada Casasola de Arión, donde todos nos conocemos, y si no ya se conocerán nuestros padres o abuelos.
Seremos pocos, pero todos somos muy variados. Formar parte de esta comunidad implica hablar, conocer, incluso entablar amistad con personas de toda clase, edad, ideología o condición con los que, de otro modo, no hablaríamos jamás. Y eso, queridos amigos, familiares y vecinos, nos hace mucho más ricos de lo que imaginamos. Nos hace más tolerantes, más comprensivos y nos da una visión del mundo que, si no saliéramos de nuestro círculo habitual, no tendríamos. Y si no nos entendemos con alguno, la pista es muy grande y cabemos todos, como dice mi padre.
Pero no sólo eso. Aquí podemos estar seguros de que cualquier cosa que nos pase a nosotros o a nuestros familiares se va a saber pronto en todo el pueblo y cualquiera va a venir a echarnos una mano.
En el pueblo no vamos únicamente a hacer la compra como en un supermercado: aquí compramos y charlamos con Otilia, Cristina, Falito o con la gente que está haciendo la cola.
Y lo mismo pasa con la piscina: bañarse es sólo una excusa para disfrutar de ese césped maravilloso y echar unas cartas o unas cervezas con la compañía de amigos, familiares y conocidos.
Ser casasolino, de sangre o de adopción, también es ser parte de una historia popular que se remonta hasta donde las memorias de nuestros vecinos recuerdan. ¡Cuántas historias nos han transmitido nuestros mayores que hablan de nosotros mismos! Y no me refiero sólo a aventadoras, que también…
Lo queramos o no, Casasola de Arión forma parte de nuestra identidad, tanto individual como colectiva, y siempre formará parte de nosotros. Siempre seremos de Casasola, así como siempre seremos el hijo menganito o el nieto de fulanita.
Y desde aquí arriba no quiero perder la oportunidad de agradecer a algunos, que no todos, de los que hacen posible esta comunidad tan pequeña en número pero tan grande en espíritu.
Gracias a Falito y a las benditas manos que tiene por hacer esos pasteles, esas empanadas y esas tartas de manzana.
Gracias al de bar por aguantarnos.
Gracias a los que cogen la piscina todos los años y a nuestros socorristas.
Gracias a nuestros reporteros de Facebook por ponernos al día de lo que pasa en el pueblo.
Gracias a Carlos y a la asociación don de Gentes por darle a este pueblo la vidilla que se merece.
Las peñas, gracias por darle vida estás fiestas, por servirnos los cubatas y abrirnos siempre las puertas.
Gracias a la Dime +.
Gracias a la Pórvora.
Gracias a la Adventus.
Gracias a la Ceda el Vaso.
Gracias al Naipe.
Gracias al Boom.
Gracias a Los que faltaban.
Gracias a la Abrazamozas.
Gracias a la Fonda.
Gracias al Azotazo.
Gracias a la y Punto.
Gracias a la Jarana.
Gracias al Pilón.
Gracias a Los Intrusos.
Gracias a la Litro a Litro.
Y, por supuesto, gracias a La Soga.
Y, en definitiva, gracias a todos y cada uno de vosotros por aguantar este sermón y por ser parte de esta comunidad llamada Casasola de Arión.
Después de lo que os acabo de decir, os lo voy a volver a preguntar. ¿Cuántos de aquí somos ricos?
Así que yo me callo ya, y que empiecen las fiestas. ¡Viva Casasola! ¡Viva santa Mónica!
Puedes ver el momento del pregón en este vídeo de Youtube, cortesía de Simón Martínez Martín:
https://youtu.be/Fb0DqNHB0WM