Semana Santa

                Esta Semana Santa he tenido la ocasión de asistir a algunas procesiones en Valladolid, Cáceres y Zamora. También he visitado una exposición sobre Jesús nazareno, donde he aprendido en qué consiste el Vía Crucis, cuya puesta en escena he vivido igualmente en las calles de la capital.
                No es la primera vez que veo procesiones, claro está. Otros años me topaba con ellas o las iba a ver con mi tío, pero no de esta forma. Esta Semana Santa he vivido nítidamente el sentimiento palpable de estas marchas; la música me sobrecogía con los tambores retumbando en mi cuerpo y las trompetas, tubas y demás instrumentos rasgando el viento nocturno; olor a incienso y cirios llameantes. He sentido gran expectación esperando la salida de los pasos de las iglesias, he disfrutado de la escenificación de la pasión y creo haber sentido lo mismo que un creyente un poco serio puede sentir ante esta puesta en escena. La imagen de estas procesiones es impactante; el paso acompasado de los cofrades ocultos en sus caperuzos…
Especialmente intensos me parecían los encuentros entre tallas, que de tan realistas parecía que realmente María iba a acoger a Jesús en sus brazos. Las escenificaciones por las calles y plazas ayudaban a ambientar cada parada de los vía crucis. La percusión la sentía directamente en mi pecho, sobrecogiéndome.
Además de esto, estas vacaciones he terminado El hereje de Miguel Delibes, cuya representación temática he seguido en San Pedro Regalado y que trata de la Reforma religiosa con Valladolid como escenario; además, llevo un tiempo leyendo la Biblia, con mayor o menor constancia. El segundo lo leo porque es un libro importante en nuestra cultura y, de hecho, con lo poco que he leído comprendo muchas cosas en que antes no reparaba o a las que no daba excesiva importancia; en cambio, el primero me ha hecho interesarme por algo que siempre me pareció aburrido, anticuado, alejado: la teología. Porque en el instituto aprendíamos historia de España, así que nunca me habían explicado en qué consistió la Reforma de Lutero (me pregunto si los creyentes católicos lo saben). El libro es una emocionante reivindicación de la libertad religiosa, tan lapidada en otras épocas (incluso hoy, por desgracia).
Quisiera añadir para terminar que las procesiones de Semana Santa podrán ser un fastidio para mucha gente, pues cortan y abarrotan calles en nombre de una religión; pero al mismo tiempo benefician a otros muchos atrayendo turismo cultural, no sólo de sol y playa. Y, aunque sea una frase muy pro-taurina, al que no le guste, que no vaya (la diferencia en este caso es que las procesiones sí son cultura). Además, ya sé que mis lectores son muy respetuosos, pero tengan cuidado con criticar: no quisiera que acabaran en la cárcel por ofensa a los sentimientos religiosos...

Se nota que el tema no lo he abordado demasiado porque termino de trabar estas ideas un año después. Llevan meses en el tintero, esperando otra semana de pasión para ser subidas. De todas formas, os recomiendo su lectura y asistir a este espectáculo cultural nuestro, que no es necesario ser religioso ni creyente para respetar y amar el arte.






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