San Fermín 2016

El paisaje en Navarra nada tiene de abrupto. Conviven los campos de trigo y las ondulantes montañas verdes. Los granos dorados al sol y las cimas cubiertas de nubes. Los pueblos se recogen junto a campanarios de piedra. La explosión de verde y naturaleza abarca todos los puntos cardinales.

Ha sido emocionante internarme en la capital del antiguo reino de Navarra, con tanta historia, identidad y riqueza. Aunque por desgracia no he podido visitar expresamente la ciudad, sí nos hemos perdido por entre sus calles (literalmente). Sinuosas rúas laberínticas, escudos señoriales, plazas monumentales... Y mucha fiesta. Desde luego, lo menos destacable para mí han sido los encierros. Dos horas esperando bajo frío y llovizna para medio minuto de espectáculo. Un espectáculo que se ve mejor en las fiestas de cualquier pueblo, dando vueltas continuamente los toros, y que además no me gusta. Por lo demás, ¿cómo olvidar esas experiencias como el baño en el río junto al hotel (donde casi morimos por mordedura de serpientes), el baile (el mayor pogo que he vivido, bestial), los problemas para encontrar alojamiento (con llamada a la policía incluida)..? Seguramente repetiremos.
Qué bella imagen la de las aspas de molinos eléctricos confundiéndose, en lo alto de las montañas, con el blanco de las nubes. Parecen un ligero nexo que une el cielo y la tierra, aunque frágil: en cualquier podrían sus palas elevarlos y salir volando.
Conforme el tren se acerca a Castilla, la línea de montañas se pierde en el horizonte y gana terreno el oro de las espigas. Lo peor del viaje propiamente dicho es no poder traspasar horarios y vidrios para descubrir lo que los ojos contemplan.
Los peines de paja rastrillan el campo.
Lenguas de cristal serpentean entre las altas ramas.
Relucen las férreas lenguas bajo el sol.
Listones pétreos se suceden a ritmo constante.
A veces aparece, entre árboles y caseríos, un ganado pastando.

De vuelta a casa, y con otro viaje en mente, se avecina un verano muy intercultural, incluso internacional, que empieza fuerte.
Hacía tiempo que no sentía el continuo repiqueteo de un tren sobre las vías. Mi mirada se pierde en la veloz sucesión de grava y listones bajo parabólicas catenarias. Viajar. Esto es como cumplir una parte de mis sueños, pues siempre he querido y quiero... viajar.








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